LO MAL QUE SE CONDUCE EN SEVILLA
Con la de veces que le han buscado a Sevilla parecidos con Venecia; con la de veces que han comparado a las dos ciudades en la semejanza de su luz malva de atardeceres; en la caída lenta y melancólica de un sol que va despidiéndose del día con los besos amarillos que deja por el último reflejo de las farolas… Con la de veces de esto y de lo otro y nadie ha caído en que el parque móvil de Sevilla, el tráfico en Sevilla, está lleno no de conductores, sino de gondoleros. Yo no he visto cosa más lenta ni con más parsimonia que la circulación de Sevilla, como si no fuera por asfalto, sino por canales; como si no usara motores, sino remos.
Cuando hace años viajé a Canarias, me enteré de que a los tinerfeños, lentos de solemnidad como si llevaran sus coches por el cortejo de un Corpus, los llamaban aplatanados. Pues al cabo de esos años, Sevilla también está llena de sevillanos aplatanados que al volante dan lugar a una circulación que desespera. Eso sí: corren que no veas como un semáforo se ponga en ámbar o cuando se trata de no respetar los pasos de cebra. Aquí los únicos pasos que se respetan son los de las cofradías. Por eso giran una esquina, por supuesto sin indicación previa del intermitente, y tú no sabes si llevas delante un coche o el misterio de La Carretería doblando de Varflora a Toneleros. En Sevilla, supongo que por inercia con la Semana Santa, no se hacen trayectos, sino que se dan chicotás, chicotás muy cortitas, recreándose. Y por si fuera poco, para eso están también tantas ridículas limitaciones de velocidad, como si cuando te suena el gps, parezca que un capataz ordenara “menos paso quiero”.
En Sevilla no dan el carnet de conducir, sino el carnet de interrumpir, de entorpecer la fluidez del tráfico, de colapsar la circulación esa gente que va hablando con móviles sin manos libres, fumando y hasta maquillándose. Los hay incluso pensativos en extremo, abstraídos cuando la luz se pone en verde y no reaccionan para reiniciar la marcha. Yo los ponía de momento a hacerse la Castellana o la Gran Vía de Madrid de una punta a la otra, para que supieran lo que es bueno.
El Consejo Económico y Social proyecta ahora medidas, que va a demandar a la Junta de Andalucía, para evitar los atascos de esta ciudad. Como suele ser más frecuente de lo deseado, presumo que buscarán parte de las soluciones provocando el efecto inverso: añadiendo más problemas a los que ya hay, colocando señalizaciones que agravarán la situación en lugar de resolverla, medidas coercitivas que ni serán suficientes ni las más necesarias. La vigilancia policial, ya exagerada, abruma y ralentiza los desplazamientos, con tantos agentes que parece que Obama estuviera en Sevilla. Y ya hablan de más intercambiadores y más presupuesto para el Consorcio de Transporte, junto a los tranvías de Alcalá de Guadaira y el Aljarafe. Soluciones tapadera, como meter basura debajo de la alfombra. Todo menos multar por pisar huevos, que también se podría tipificar como infracción.
La prudencia es necesaria, recomendable y hasta una exigencia de la normativa, pero encuentra su tope en que la circulación del tráfico es precisamente eso, circulación, no un trombo. Porque la tediosa circulación del tráfico en Sevilla está necesitada, sobre todo, de una mejor educación vial que hoy por hoy no tienen los sevillanos. Te ven poner un intermitente y no te echan ni puta cuenta. Te da la sensación de que no llevas un coche, sino un árbol de Navidad. ¡Qué bien se lleva aquí un paso, pero qué mal se conduce en Sevilla!
José María Fuertes
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