
ARQUITECTURA INVISIBLE EN LA FUNDACIÓN VALENTÍN DE MADARIAGA
Bajo el título “Arquitectura Invisible” se agrupan las últimas creaciones –hechas además exprofeso para la FUNDACIÓN VALENTÍN DE MADARIAGA Y OYA- de ocho artistas procedentes de diferentes ámbitos del Arte: la Arquitectura, la Escultura y la Pintura, con sus divisiones en el Arte Sonoro, Collages sobre papel, Instalaciones, Dibujos y Fotografías, comisariadas por EVA GONZÁLEZ.
La muestra, en palabras de su Comisaria, se centra en la ciudad de Sevilla a la que en cierta manera homenajean, teniendo en cuenta la diversidad de lenguajes y los factores comunes que también les unen.
En cierto modo también, es un Homenaje a ELENA PAN DE SORRALUCE que falleció mientras estaba preparando esta exposición.
Divididas en siete salas más el patio central del antiguo Pabellón de EE.UU. en la E.I.A. de 1929, se corresponden con las ocho divisiones establecidas para estas “arquitecturas invisibles” y a las autoras que las han integrado.
Bajo las sugerentes denominaciones, en ellas se encuentran: La “Arquitectura Dimensional”, a cargo de las hermanas ELENA e ISABEL PAN DE SORALUCE; la “Arquitectura de la Identidad”: por TRINIDAD IRRISARRI; la “Arquitectura Lírica”: por NURIA CORTINA; la “Etérea”: por ISABEL UZURRUM; la “Deshabitada”: por ROSA PÉREZ-CARASA; la “Estacional”: por CORO LÓPEZ-IZQUIERDDO; La “Esencial”: por MARÍA CAVESTANY y “La Liviana”: representada por una obra de cada una recorriendo la planta pentagonal que rodea el pórtico irregular del patio.
Aparte del Homenaje a Sevilla, la exposición exhala misticismo en cada una de las delicadas, diría que exquisitas obras, por las tonalidades suaves, la fragilidad de los materiales, el minimalismo profundo y trascendente porque están hechas por el amor al Arte, por el placer –no exento de dificultad a la hora de hacerlas- y sobre todo una vez que ya han consolidado su estilo a través de sus amplias trayectorias y alcanzado su propia voz.
La Fundación VALENTÍN DE MADARIAGA con ella, se constituye de nuevo en un centro de Arte Contemporáneo, en un Museo (en este caso efímero) que quisiéramos que nunca desapareciera por la altísima calidad y belleza de las formas, de las piezas expuestas con una maestría tan poco habitual por estos lares.
Por unos meses –hasta el 23 de marzo en que se clausura- vuelve a elevar “el espíritu del Arte”, lo que deja en el recuerdo de los que la hemos visto, conocido a estas extraordinarias representantes del Arte Contemporáneo a niveles Internacionales.
Intentar describir la sutileza, la magia que se ha producido entre ellas y la Comisaria, entre cada una en el interior de sus estudios, donde el silencio, la concentración y la emoción se imponen, sería un vano intento por parte de quien esto firma, pues estando delante de las obras, me doy cuenta de que van mucho más allá de lo que representan. También de la grandeza del Arte, de los sentimientos que suscita, las sensaciones que abre a la creatividad y al pensamiento.
No se llega a la perfección del cristal soplado en estructuras organicistas, ni a elevar edificios casi aéreos que parecen flotar más allá del espacio que los rodea, ni a las fotos en aluminio coloreadas al óleo mostrando el paso de las estaciones, ni las sinuosidades líricas de ciudades de colores entre transparentes y opacos imaginadas, ni la dureza y fragilidad de la piedra o la rugosidades de la madera, ni a los papeles como trazos o vestidos en un bastidor imaginario porque de hecho no los tienen y se prolongan en la imaginación con sus posibles –o no- significados, ni los mundos perdidos o que se resisten a la devastación del tiempo, ni las abstracciones simbólicas de las pieles humanas, la propia biografía de la materia.
La ductilidad de los metales, de esa ¿arquitectura, escultura, pintura, fotografía, instalaciones,…? hecha con las luces y las sombras, con los sonidos, con las dimensiones físicas y psíquicas, con la potencia de la sencillez, de la armonía: un encuentro feliz y maravilloso entre las autoras, los espectadores, la magistral composición de cada sala y por supuesto ese ámbito ya emblemático de la F.V.M. Esta “Arquitectura Invisible” es interior, y se siente en el interior de cada uno.
TERESA LAFITA
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