Goya: “El Cardenal Cazurro”

Goya: “El Cardenal Cazurro”

Por Teresa Lafita

Cada vez que veo algo de GOYA, necesito escribir de él, de su obra, de algo que me conecte con su mundo siniestro, su lado oscuro. Pero no siempre dispongo de tiempo, de ordenador, o debo atender a cosas más perentorias aun a sabiendas que son mucho menos importantes que el estar con él, compartir mi tiempo contemplando sus obras. Ahora que he vuelto a recortar periódicos atrasados, me encuentro con una obra suelta suya. No sé el título e imagino también que es un grabado en donde ha representado un personaje (parecido a otros muchos o dentro del estilo), que bien pudiera ser una caricatura de un Cardenal u Obispo, pero que por su vestimenta dista mucho de serlo. Calza pantalones que le llegan a la mitad de las pantorrillas donde se prolongan en calcetas ajustadas con un lazo pinjante. Está sentado en un silla baja que le obliga a doblar una de sus rodillas mientras escribe en un libro bastante grande inclinado y reposando sobre otros apoyados en una mesa de idénticas características de altura.
En realidad no es una tiara, sino un gorro apuntado y tampoco es lo que puede decirse propiamente, un cazurro, sino más bien, un viejo famélico y desdentado.
No menos esperpénticos son las figuras y rostros que emergen en la parte superior, como una aparición o rompimiento de Gloria (o de infierno en este caso), engarzados a una gran rama de la que penden incrustados, superpuestos, emergentes -por arriba y por abajo- sin aparentemente conexión alguna. Ni siquiera el que simula ser otra especie de Cardenal de la misma estirpe que SANCHO PANZA, pero que tampoco lo es al menos en su dignidad eclesiástica o desde su relación con el coprotagonista del QUIJOTE.
Nada digamos de las mujeres sentadas que asisten a la escena como si no les fuera la cosa, es decir a la escena o escenas en que se subdivide esta obra. ¿Crítica a la Reina?, ¿a la monarquía en genreal?, ¿a la aristocracia con sus damas y lacayos?
Seguramente esta curiosa estampa o representación escenográfica, haya sido estudiada miles de veces por miles de estudiosos de GOYA en todo el mundo, teniendo en cuenta su cronología, técnica, serie a la que pertenece, bocetos previos, etc. y por tanto interpretada mucho más correctamente de lo que lo hago ahora.
Por otra parte, incluye un “diálogo” imposible de animales (ellos entre sí y con las dos mujeres de la esquina superior derecha, una de ellas con corona y la otra aparentemente desnuda), como pueden ser un jabalí, una oca y un perro visibles y en diferentes grados de terminación, aunque esbozados pueden intuirse además un canguro (no me atrevería a decir que un tyrannosaurus rex) y un león o carnero diminuto (con el extremo de una llave en la mano junto al de rostro asimétrico y mirada nada amable), y vaya ud. a saber si incluye otro, en este caso pajarraco, insinuado en la panza del personaje asnado ). Coreografía que tal vez se corresponda con una mofa, en relación al que en solitario, ocupa junto a su perro famélico toda la parte inferior.
Abigarramiento, descomposición, mejor que composición de la zona superior, superpuesta a la inferior que presenta un relativo orden, que no de escala o canon. Me refiero a la sillita y mesita de época con respecto a la altura del escritor que debe permanecer arrodillado mientras esos “encantadores musas y musos” acuden a su pluma.
Para distinguirlo del otro, del que redacta el tocho, vamos a llamar al de arriba el “Cardenal Cazurro” teniendo en cuenta su tocado. Este presenta una gran oreja de burro, una gran panza y su feísmo llega a connotaciones expresionistas, cuando no a abstracciones morfológicas mitad porcino (rostro), mitad asnal y mitad humano.
Estos seres deformes, habituales en su producción, simulan por otra parte lo que puede entenderse como un sinónimo o símbolo de la inspiración. Pero de una realidad grotesca, gore e incluso de un terrorismo parecido al de los cuentos infantiles q estuvieron en boga hasta los HERMANOS GRIMM.
El escuálido personaje –un escribidor al fin y al cabo- es el contrapunto frente al pantagruélico ente que llega de arriba y llena su imaginación perversa. Distingo hasta 6 rostros definidos en mayor o menor grado: 3 femeninos y el resto, ni se sabe, entre la zoomorfización, antropomorfización, engendros,…
¿Nos encontramos ante una nueva versión suya de España, con la misma dualidad que ya codificó CERVANTES dos siglos antes? La España ascética, caballeresca y mística, y la lujuriosa, vanidosa, soberbia, etc. ¿Una nueva versión de los vicios o pecados capitales?, ¿fábulas como las de su coetáneo SAMANIEGO?
La diagonal que divide esta obra, es una rama, una oreja gigante o un rabo de otro animal colosal, del que sólo ha dibujado ese apéndice que duplica el asunto. ¿Y qué asunto? Pues con GOYA nunca se sabe. Tampoco si nos está tomando el pelo, criticando, desquitándose de sus coetáneos o de sus sufrimientos alucinatorios reales.
En él, siempre es esto o lo otro, una cosa y la contraria al tiempo. La contradicción, la paradoja, el sinsentido o los múltiples sentidos en una misma idea o concepto, porque no lo olvidemos, esto está dibujado desde el prisma de lo conceptual y de lo hermético, dentro de un código encriptado, (puede que Ilustrado o sólo para eruditos, los que están en esa misma onda elitista cultural, económica e ideológicamente hablando) . Las formas surgen o se ocultan a su antojo, sin continuidad a veces, sin que se sepa el origen o el final, sin que se puedan apreciar línea por línea todo lo que ha introducido en una sola lámina.
La perspectiva ¿para qué?, el apegotonamiento ¿importa algo?, la acumulación de formas ¿aclara su discurso descriptivo? Y ¿cuál es precisamente “su” discurso?, ¿describe ciertamente o complica su lectura?
Hay formas que pueden empezar en un asunto y terminar en otro, figuras camufladas entre los trazos -como puede ser la especie de ave del extremo superior izquierdo- donde pudiera intuirse unos ojos y un pico, o la cabeza del q está encima del tronco-rabo, que concluye por debajo de este a la manera de plumas o de pelo.
La proporción, ¡ay, la proporción! Parece seguir el canon de VALDÉS LEAL en “Las tentaciones de S. JERÓNIMO” o cualuiera de las alargadas y serpentinatas de EL GRECO, pues si se pusiese de pié el escribiente, se saldría del margen inferior o superior. Y su cara, ¿qué expresa esa mirada directa?, ¿indignación, asco, amenaza, enfado?
Porta una espada, una pluma y se sitúa ante un escueto mobiliario. Su anorexia nos deja no obstante unas manos elegantes y definidas, un porte esbelto pese a su senectud y nos mira de frente como posando para una fotografía (aunque parece enfadado o molesto precisamente porque “El Maestro” le ha hecho distraer). Después está el ínfimo detalle de la tela que cae pero que da una cierta sensación de profundidad, …todo lo que establecen un conjunto que unido a los otros personajes le emparentan además de con los anteriores, con esa tradición española, que no obstante deriva de EL BOSCO y de sus advertencias y sentencias.
Está firmado, por lo que entendemos que para GOYA ya estaba acabado, y sí, ciertamente puede decirse que es una obra rotunda, en la que sin perspectiva, sin regla alguna (composición, proporción,…), transmite esa magia que para mí, sólo él, es capaz de infiltrar en el recuerdo. Cualquiera que haya visto alguna de sus obras, puede que no se haya dado cuenta de hasta qué punto ha sido abducido. Su subconsciente, sí. Porque querámoslo o no, el mismo autor, es un sinónimo de España. De la Negra, de la de las Luces. De esa mezcla que somos.
TERESA LAFITA

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