ÍDOLOS
Entiendo perfectamente a mis hijas con One Direction. Mientras más cosas haya sido un padre antes de serlo, mejor. Y yo fui fan, un acérrimo fan de Los Bravos; tanto que su famoso solista, Mike Kennedy, me llamó su número uno. Lo de Raphael vino más tarde, porque al principio no me gustaba. Por cierto, que desde el fondo sentimental de aquellos años sesenta en los que yo venía a tener la edad que ahora tiene mi hija María (nueve años), me llega en estos tiempos la amistad de una chiquilla de entonces que fue capaz de organizar en un club de fans a miles de los primerizos seguidores de un fenómeno que dura ya más de cinco décadas.
¡La que yo lié para conocer en persona a Mike, el rubio alemán del Black is Black! Seguramente gracias a eso tengo ya las entradas de los tres para asistir al concierto de One Direction el 10 de julio en Madrid. Seguramente también gracias a eso puedo entender con naturalidad que Marta se emocione instantáneamente, como si fuera una prueba de reflejos en su rodilla, en cuanto sale en la tele un anuncio de One Direction, unas breves imágenes por espacio de segundos. No necesita más para llorar. Le animo a hacerlo si lo siente, que no se reprima, que las lágrimas de fan de mi hija me rediman de tantas represiones estúpidas de una época llena de gente “respetable”. La miro y me recuerda imágenes en blanco y negro de chicas británicas tras las rejas que las separaban de cuatro inmortales de Liverpool. Por verlos de cerca, arañaban hasta al aire.
Marta y María viven ahora en el tiempo dorado de los ídolos. ¡Qué bonito! Y lo viven junto a millones de jóvenes en todo el planeta por el que se está extendiendo, como una marea imparable, este éxito ya internacional llamado One Direction. Las comprendo tanto que he cargado yo mismo con las siluetas de los cinco adolescentes que estaban en el photocall del cine en el que estrenaron su primera película. Ahora están en su habitación.
No quiero jubilarme de nada en esta vida. Nunca. Por eso, una noche del próximo verano, voy a cruzar con ellas las puertas del estadio Vicente Calderón. Voy a ponerme también la camiseta con el nombre del famoso grupo, igual que antaño llevé la de la moto de Los Bravos. Quiero gritar y bailar con ellas, bañarme en la multitud agitada que vibrará con sus hermosas y románticas canciones. Porque todo se ha ido y todo vuelve. Porque la música propicia este maravilloso círculo vicioso que es la vida siempre regenerándose; este ciclo incesante de entusiasmos y pasiones.
¡Qué curioso!: El último álbum de One Direction se titula Story of my live, la historia de mi vida. Y una de las más hermosas páginas que recordaré con ellas y ellas conmigo vamos a escribirla en Madrid, una noche del próximo mes de julio.
José María Fuertes
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