CONSTANTINO MARTÍNEZ-ORTS Director de The Film Symphony Orchestra
No podía ser más que un personaje interesantísimo aquel al que se le ocurrió la idea de levantar el verdadero edificio de una orquesta sinfónica, una auténtica arquitectura musical con más de setenta profesores de la máxima calidad. Y lo es. Doy fe de que Constantino Martínez-Orts es alguien singular. Le he tratado personalmente y a solas; rodeado de magníficos colaboradores -incluso acompañado por su bellísima novia-, pero a solas, de tú a tú. Un lujo que te da el pretexto de escribir para el periódico.
Me gustan los bis a bis, el encuentro en vivo y en directo con grandes personalidades musicales, me va la marcha de buscar la sorpresa de sus respuestas, la genialidad de sus opiniones, el destello de su inspiración. Y algo esencial que no siempre se da, pero que estoy acostumbrado a olfatear desde muy joven: que sean artistas. Porque se puede escribir, cantar, pintar, componer… hasta dirigir, y no ser artista. Pero Constantino Martínez-Orts tiene esa piel inmutable con la que se acuestan y se levantan, con la que viven y respiran como parte consustancial de una forma de ser, no siempre fácil y comprensible para quienes conviven con ellos. He tenido y sigo teniendo la suerte de tratarlos, de haber disfrutado y disfrutar de la amistad de los grandes. Por eso sé cómo huelen y a qué saben de cerca, sin barreras ni disimulos, reconozco de inmediato su pasta a leguas, diferenciada del resto de los mortales, sus eternos cerebros de veinte años que jamás dejan de soñar para librar al mundo de que deje de hacerlo.
Constantino posee, como si fuera el dato principal de su ADN, el incesante talento de los grandes creadores. Es un hombre fascinado que por eso mismo es capaz de fascinar. Un hombre emocionado que por eso emociona. Está contagiado de un virus llamado pasión y por eso apasiona.
Pero más allá de las impresiones personales de este cronista, están los hitos de la carrera de un hombre muy joven que se avala él mismo con un expediente propio e irrefutable: premios de dirección de orquesta en Chisinau, Rumania y España; profesor de dirección de orquesta en Berklee College of Music; director de orquestas sinfónicas y filarmónicas de varios países; y es el director titular y fundador de la Orquesta Sinfónica de la Academia Europea; también del Orfeón Universitario de Valencia.
A través de la interpretación de las mejores bandas sonoras cinematográficas, dio vida a The Film Symphony Orchestra, originando desde mismo vacío la existencia de un modo atractivo para tender puentes entre el gran público y la música sinfónica.
Ha entrado en el acotado grupo de los seres humanos que trabajan en lo que aman. Está subyugado por el entusiasmo que pone en lo que hace. Tanto, que me confiesa que cuando dirige los Recuerdos de la Lista de Schindler cree no hacerlo él, que todo va solo, como si la música siguiera sin señales la ruta fatal del exterminio nazi, hasta caer dormida y desfallecida poco a poco por la dulce caricia del lamento del violín, ese que suena como si fuera la misma unción de una agonía.
El sábado estará dirigiendo en Sevilla esa y otras grandes partituras del cine más universal. La expectación es enorme, incluso para él mismo, porque presiente que llega a una ciudad con la que espera unirse desde ese día para siempre. Le auguro fuertes alianzas con Sevilla. Y me he ofrecido como su cicerone para enseñarle a La Macarena, de la que tanto ha escuchado hablar. Me pregunta por Ella, que es como preguntarme por el alma de Sevilla:
-Yo te llevo, si quieres, hasta La Macarena. Pero en la calle, Constantino; en la calle. Te llevo a encontrarte con Ella en La Madrugada. Y después de verla, cuéntala, descríbela en una obra decisiva, conviértete a Sevilla componiendo la Sinfonía Macarena. Entonces serás de Sevilla por los siglos de los siglos, más allá, mucho más allá de un sábado inolvidable.
José María Fuertes
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