UN LLANTO A GALICIA
De vez en cuando en España un tren viene cargado de muerte. Parece un sino nuestro trazado de antemano por los recorridos de la ilusión y los deseos de llegar bien. No pudo ser en Santiago de Compostela.
Voy a ser muy breve, casi tanto como el rápido bucle de luto que se ha multiplicado vertiginosamente por millones de pantallas desde el dolor de cada uno. Mi condolencia, como la vuestra, es más cierta en el silencio que con palabras; es una leve inclinación de cabeza conmovida en medio del desconcierto. No tengo mucho más que ofrecer por desgracia en la desgracia. Ni siquiera sé decir lo siento. ¡Qué poco para los abismos que se acaban de abrir a los familiares que recogen los restos de sus amores!
Hoy no escucho aquella hermosa canción que envolvió mi inolvidable viaje hasta Compostela para asistir a la boda de Pablo y Raquel. Permanezco junto a los españoles en el andén de una estación sin abrazos ni emociones de recién llegados con los que encontrarnos. Hoy me llega un triste eco de morriña y saudade. Y con un respeto enorme, sólo oigo un llanto a Galicia. Es el llanto incontenible de España. De toda España.
José María Fuertes
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