Cuarenta años de Esperanza , por José Joaquín Gallardo
Contrajeron matrimonio en la basílica el diecisiete de diciembre víspera de la Expectación de la Virgen, hace ahora justamente cuarenta años. Fue con excepcional proximidad a la bendita imagen de la Esperanza Macarena, dispuesta en besamanos a la misma altura del sacerdote y los novios. Tan especialísima cercanía, hoy no permitida en las bodas, marcó para siempre la vida de unos cónyuges que cada aniversario vuelven al templo para darle gracias por todo, en esa singular inmediación que se produce cuando la Virgen baja al presbiterio y sus devotos la miramos de cerca, de frente, directamente a esos sus ojos misericordiosos en los que radican la gloria, la eternidad y todos cuantos habitan en Ella.
De tan feliz ocasión guardan una fotografía en la que los esposos aparecen literalmente solos junto a la Esperanza, y otra con sus cuatro progenitores y la sagrada imagen centrando el grupo. Los padres y también el sacerdote que fue testigo cualificado del matrimonio están ya definitivamente con Ella. Por eso en las bodas de plata solo les acompañaron sus tres hijas, herederas de la gracia divina de la Madre macarena y la espectacular belleza humana de la esposa. Lograron entonces otra instantánea histórica: la Virgen siempre en el centro, a su derecha ellos y al otro lado las jovenes. Esplendor inmenso de la Esperanza Macarena arropada por el amor de una familia vivencialmente mariana y sevillana.
Más la vida depara situaciones que no son casualidades. Al comparar las imágenes comprobaron que un cuarto de siglo después los priostes habían repetido todo exactamente igual en su besamanos: mismo sillón en el camarín vacío, misma majestuosa escalera de bajada e idéntica disposición de las flores, velas y exornos. La Virgen estaba vestida con la misma saya, pecherin, manto, corona, medalla de Sevilla y sus mariquillas de siempre. Todo igual, con la misma exquisita elegancia del día de la boda.
Parecía no haber pasado el tiempo, ese que pasa por nosotros pero que nunca pasa por la Esperanza. Y es que “se va un siglo y viene otro pero Ella siempre se queda” como pregonó Caro Romero, protagonista de otra bonita historia de amor igualmente ratificada ante la Macarena. Luto verde esperanzado el vuestro, queridos Joaquín e Inmaculada. Cara y cruz de la vida en esos ojos castaños, atrayentes, profundos, llorosos y serenos de nuestra Esperanza, que siempre atrapan irresistiblemente nuestras miradas.
Ahora acudirán a venerarla también los seis nietos descendientes de aquel amor bendecido en 1982, sólo semanas después de que el Papa Juan Pablo II beatificase a sor Ángela de la Cruz siendo superiora de la congregación madre María de la Purísima. Trilogía de santidad en Sevilla aquellos días históricos, que los tres habrían de ser canonizados. No es casualidad que entregaran el ramo de novia a la entonces beata ni que la mayor de sus nietas se llame Angela de la Purísima, sevillanísimo redoble de santidad con hábito de estameña parda y amor macareno. Con la Esperanza nunca nada es casualidad.
Los sexagenarios abuelos se merecen una tercera fotografía junto a Ella, ahora también con esos nietos a los que desde pequeños han inculcado el amor a la Virgen. Será un valioso testimonio gráfico de la transmisión de la fe de generación en generación, según la peculiar manera de Sevilla. Abuelos, hijas y nietos juntos muy cerca de la Madre común, la única que nunca pasa y siempre queda para llenar de Esperanza a quienes transitan por este mundo.
Esta fidedigna historia evidencia una vez más que el matrimonio es una gracia sacramental para la familia y la sociedad toda. Quede contada por si a alguien le puede servir, que muchas veces las cosas sencillas evidencian con enorme elocuencia cuales son las verdaderamente importantes.
Los esposos confían perpetuamente en Ella tras cuarenta años colmados de Esperanza Macarena, porque invariablemente su bellísima mirada les continúa estremeciendo hasta lo más profundo del alma. Para ellos el futuro es siempre la ilusión emocionada de volver a estar juntos en su besamanos un nuevo diecisiete de diciembre, si así lo quieren Dios y la Esperanza.
José Joaquín Gallardo es abogado.
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