Marcha por la Libertad del Pueblo Saharaui. Etapa 8. Sevilla- Mairena/ El Viso de Alcor 27 de Mayo
Juan Rincón.
Quizás haya sido el mejor día para caminar. El sol estuvo tapado por una espesa manta de nubes grises que se mecía con el mejor de los vientos de poniente. Daba gusto. Pero los cuatro caminantes que veníamos desde Cádiz llevábamos una sonrisa extraña, doliente, como una espinita en el corazón: la llegada a Sevilla del adía anterior a pesar de cierta confusión organizativa fue emotiva y multitudinaria como también fueron los actos de la tarde. Pero la salida mañanera estuvo rodeada de soledad. Eramos apenas 10 en la puerta de la Diputación de Sevilla a la hora de la salida madrugadora. Y cuando supimos que solo los cuatro de Cádiz íbamos a caminar los 25 kilómetros que nos separaban de Mairena, se nos esfumaron los cantos del día anterior. El término “funcionarios de la solidaridad” empezó a darme vueltas por la cabeza. ¿No habría entre las 1000 personas – políticos, sindicalistas, oenegistas, concejales, intelectuales, poetas…- que habían cantado con toda la sinceridad de su alma en Las Setas o entre la gente joven que nos esperó en El Lago y repletó la sede de CCOO por la mañana, no habría ni una docena de personas que concretaran su solidaridad en pasos mañaneros tras dejar Torreblanca? Pues no, no la había. Pensé en cuantas ocasiones había ejercido yo ese funcionariado que canta por la tarde y se ausenta por la mañana. Muchas. Y de cuantas causas estaba ajeno mientras ejercía de caminador. En nuestra caminata tempranera por la avenida de Luis Montoso, encontramos gente durmiendo entre cartones y en los límites de Torreblanca, nos sacudía la pobreza salpicada de aparatos de aire acondicionado en casas que de puro viejo y descuidadas parecían chabolas. Más delante había varias chabolas de las de siempre, clásicos hongos de cartones y latas para vergüenza de nuestra dedicación a otras causas mas glamurosas. Aceleramos. Olían mal y queríamos comer el primer bocadillo en un sitio donde el aire no nos recordara nuestra buena suerte. Para “funcionario de la solidaridad”, yo.
La mañana seguía apetecible de caminar y seguimos adelante. Todo el tiempo por la linea blanca de un reducidísimo arcén. “Que derroche…” repetía N, un sanluqueño solidario que ha sido nuestra ultima incorporación, que derroche, dos coches de la Guardia Civil y dos cloches de apoyo para tres caminantes, seis personas y cuatro coches para vigilar los pasos de tres caminantes.” La mejor visibilidad de la causa en carretera era lo aparatoso de nuestro cortejo.
La llegada a Mairena disipó las sombras tristes. Un nutrido grupo, unas 50 personas, nos recibió, aplaudió y acompañó el cortejo hasta la plaza del pueblo donde se oyeron de nuevo los gritos y las voces por la libertad, por Sultana Haya y en contra del genocidio de Mohamed VI contra el pueblo saharaui. Todo fue clamor y buenos pasos. De ese grupo saldrán al menos siete u ocho caminantes para mañana. Un lujo.
Y luego la tarde fue todo un cortejo de cuidados y mimos a mis amigos y a mí. Hasta podóloga tuvimos. Nunca lo olvidaremos. “Este mundo es de la gente” decía un coro en los últimos carnavales de la temporadas anteriores a la pandemia. Si. El mundo será de esta gente. Yo procuraré, cuando esta caminata termine, ejercer menos de funcionario antes sus causas.
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