La gran ola II (Chipiona)
Una vez conocidas las noticias sobre lo que pasó en los pueblos y ciudades próximas a Chipiona pasemos a analizar lo ocurrido entonces para saber como podríamos actuar si se volviese a repetir:
El número de víctimas no fue excesivamente elevado a pesar de la magnitud del maremoto. Se calcula que pudieron morir entre 2.200 a 4.000 personas, unas mil de ellas en Ayamonte, donde las olas arrasaron un poblado de pescadores. Las causas de este escaso número de víctimas son variadas. Era día festivo, y a esa hora, a media mañana, muchas personas estaban en las iglesias. En muchas poblaciones se alertó a la población una vez conocido el terremoto, y los vecinos como en Chipiona se alejaron de la costa. Los que murieron fueron en su mayoría marineros y personas que circulaban por caminos costeros. En Cádiz fue decisiva la actuación del gobernador que, ante el pánico provocado por el terremoto, prohibió salir de la ciudad por tierra y mar, lo que evitó miles de víctimas. Sólo murieron 40 personas.
Las consecuencias hoy serían catastróficas, ya que en nuestras costas proliferan las urbanizaciones turísticas, llenas de bañistas en verano, puertos deportivos, instalaciones industriales, autovías, etc. Los expertos creen que un seísmo de la magnitud del de 1755, se puede repetir en la zona de San Vicente cada mil años, aunque otros menores son frecuentes para la Red Sísmica Española. Sirva de ejemplo que entre 1996 y 1998 se produjeron 61 temblores de tierra en Cádiz, de los cuales 19 en aguas del Golfo, y que cada mes hay al menos dos o tres movimientos sísmicos de tierra que no suelen percibirse, puesto que tienen una intensidad de entre dos y tres grados. Los movimientos entre 3, 5 y 6 son capaces de causar ligeros daños en edificios; entre 6 y 8 pueden causar graves daños en ciudades y los superiores a 8 son los conocidos como <
Se sabe que en la corteza terrestre, una capa de entre 10 y 60 kilómetros de grosor (en los fondos marinos es mucho más delgada que en los continentes) se encuentra rota en varios fragmentos, las placas tectónicas, que se desplazan de manera independiente, separándose o chocando unas con otras, flotando sobre la inmensa masa de magma de 2.900 km. de espesor que compone el manto terrestre. Estas placas se mueven a una velocidad de 1 ó 2 cm. por año. Y cuando una placa se desplaza con respecto a otra colindante, entre los bordes de ambas se producen tensiones, que se van acumulando hasta que la roca se fractura. El resultado es una violenta sacudida, o terremoto. La Península Ibérica, tal y como refleja el gráfico, está sometida a la presión de varias de estas placas. Por un lado la placa euroasiática, de la que la propia península forma parte, <
Aunque los terremotos hoy por hoy, son impredecibles, los maremotos o tsunami que provocan si pueden detectarse con antelación antes de que lleguen a tierra con un margen de tiempo entre una y dos horas para huir de la costa o buscar refugio. Para ello es necesario crear en la población una conciencia de que este tipo de riesgo existe, conociendo algunas normas básicas de actuación llegado el caso. Existe un ejemplo claro en lo ocurrido recientemente en Indonesia: una niña pequeña había aprendido recientemente en el colegio que era un maremoto, como actuaba, y como protegerse de él. Uno de los signos que avisan del mismo es que el mar se retira de la línea de costa unos dos kilómetros, dejando al descubierto gran cantidad de pescados, rocas etc. Muchos se quedaron en la playa a ver el sorprendente fenómeno natural, pero esta niña sabía que este era el anuncio de que las grandes olas estaban por llegar. Su conocimiento salvó cientos de vidas. Otro ejemplo es el comportamiento anormal de los animales, enormemente sensibles a estos acontecimientos.
Un nuevo episodio de esta índole en el Golfo de Cádiz, requeriría como mínimo otro terremoto de intensidad 6,3 en la escala de Richter, cuyo foco estuviera a una profundidad máxima de 100 metros bajo el fondo marino. Estas olas, nunca una sola, (de hecho la primera onda de un maremoto no es la más devastadora, pueden estar llegando olas a la orilla por espacio de varias horas), para resultar dañinas deberían llegar a la costa con una altura superior a los 10 metros; las referencias escritas del maremoto de 1755 se refieren a olas de 15 a 18 metros. Por lo que para repetirse la misma circunstancia tendría que originarse el movimiento con una intensidad entre 7,5º y 9º que es lo que se supone correspondió en la trágica fecha de 1755.
La velocidad a la que viaja la onda generada por un maremoto está en función de la profundidad del agua en el lugar donde se produce. Por ejemplo, para una profundidad de 4.000 metros, la velocidad a la que se propaga el maremoto a través del océano alcanza la cifra de 200 m/seg., 700 Km/h o 17.000 Km/día. Conforme disminuye la profundidad, al aproximarse a la costa, también decrece la velocidad. De modo que al estar muy cerca de la costa, por ejemplo a 10 metros de profundidad, tendría una velocidad mucho menor, del orden de unos 40 Km/h, pero suficiente para que no dé tiempo de reacción. La fuerza destructiva de esa gran masa de agua que remonta la playa y los edificios costeros, arrasando todo lo que encuentra a su paso, es de una dimensión extraordinaria, pero aún puede serlo más el retorno de todo ese gran volumen de agua, ayudado por la fuerza de la gravedad, que hace que se produzcan grandes corrientes vaciantes, con remolinos arrastrando hacia el mar todo lo que encuentre a su paso.
El Terremoto de Lisboa no ha sido un caso aislado en la historia de esta zona. La situación de Andalucía en el borde activo de contacto entre las placas tectónicas euroasiática y africana, ha provocado frecuentes terremotos y maremotos a lo largo de la historia. Estamos en una zona de riesgo sísmico. Es de resaltar que el sureste de la península Ibérica es la zona con mayor riesgo de terremotos de España, y el Golfo de Cádiz de maremotos.
Se tiene noticias en época histórica con estas fechas: 217 a.C.; 210 a.C.; 60 a.C.;382 d.C.; 881 d.C.; En 1504 hubo un gran terremoto en Carmona, de grado nueve. Causó graves daños en la ciudad, y sus huellas aún perduran en sus murallas. En 1531, el 26 de enero.
En 1722, el 27 de diciembre.
En 1731.
En 1755, el 1 de noviembre: el gran terremoto de Lisboa.
En 1761, el 31 de marzo.
En 1816, el 2 de febrero.
En 1848, el 23 de diciembre.
En 1.884 se produjo el llamado <
El último maremoto tuvo lugar en 1969, aunque sus efectos casi no se notaron en nuestras costas. Los epicentros de estos maremotos se sitúan frente al Cabo San Vicente, y son debidos al desplazamiento de las fallas existentes en la zona de contacto entre la placa de Eurasia y África que se extiende desde las Azores a Gibraltar, en dirección este-oeste. El que dominen los dislocamientos tectónicos de componente vertical aumenta la magnitud de los tsunamis.
De los maremotos de Occidente se tienen noticias desde tiempos antiguos. Posiblemente hubo alguno de trágicas consecuencias en las islas Eritheas, donde el mar penetraba con fuerza.
Según contaba, el cura Benito Jerónimo Feijoo, un mes después de ocurrido el Terremoto de Lisboa, Cádiz y su costa habían sido escenario de frecuentes seísmos desde tiempos remotos, aseguraba, citando el Diccionario Geográfico de la Martiniére y la Historia Natural del romano Plinio (libro 4, capítulo 32), que antiguamente había junto a Cádiz una isla llamada Erythia o Aphrodisia, que desapareció. <
Este intelectual iba aún más lejos y planteaba la hipótesis de que el mito de Hércules, quien al plantar sus dos columnas al fin de su viaje <
En los anales romanos se registra un maremoto muy violento en el sur peninsular, en el año 365 d. de C. El agua se retiró de las playas en varios kilómetros para volver al cabo de unas horas. Los barcos fueron lanzados tierra adentro, se inundaron los pueblos costeros, y la multitud de ahogados se contó por millares. Se presume de que la orografía de la costa gaditana quedó muy destruida y que con este maremoto desaparecieron poblaciones como Baelo Claudia en las cercanías de Tarifa y que nuestra piedra Salmedina se separó de la hasta entonces tierra firme.
Cuenta Adolfo de Castro en su «Historia de Cádiz» que <
Como podemos ver existe una amplia información histórica sobre los terremotos y maremotos en nuestra zona, es algo que no podemos evitar, pero con información suficiente como ocurre en otros países como Japón, si que podemos paliar sus efectos en una gran medida.
Juan Luís Naval Molero Cronista Oficial de la Villa de Chipiona.
Para ver publicaciones anteriores: http://chipionacronista.blogspot.com.es/
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