AQUEL RECADO DE PARTE DE LA TELE…
La nostalgia no es para mí un freno, sino una forma de agradecimiento, una manera de ver la suerte que he tenido entre tantas posibilidades que pudo ser vivir.
TVE conmemora estos días su 60 cumpleaños y yo casi soy, junto a millones de españoles, parte entera de esa cuenta. Por eso me sumo a esta celebración.
Quien escribe nació justo cuando las cosas dejaron de ser unas y empezaron a ser otras. El camión amarillo dejó de traer la barra de hielo para la nevera, porque llegó el frigorífico. Del agua caliente para los baños ya no se encargaron los fuegos de las cocinas, sino los termos. Las mujeres abandonaron la costumbre de fregar los suelos de rodillas, para ponerse en pie gracias al palo de las fregonas, que acabaron con las aljofifas. Y no volvieron a echarse firmillas en los braseros de carbón, desde que unas resistencias eléctricas empezaron a calentarnos los pies. Después de aparecer las lavadoras automáticas, nadie quiso restregar más ropas con ceniza en las pilas (de la blancura iba a encargarse Persil). Y la radio, la antigua radio de cretona, fue desterrada del centro de los hogares, porque había llegado a España un nuevo y sorprendente aparato que le arrebataba su privilegiado lugar hasta entonces: la televisión.
Vino a cambiar la vida. Ya nada fue igual que antes de la tele. Hay poco que explicar a cualquiera sobre eso. Contarlo sería una larga historia que en nuestro país cumple ya 60 años. Y nada mejor que la tele para que sus imágenes valgan más que mil palabras o, al menos, valgan más que las mías.
Me cogió siendo un niño la aparición de aquella pequeña pantalla en blanco y negro. Le debo montones de felices recuerdos, los mejores -como tantos españoles- siendo vista en familia, de noche, juntos entre sopas y pijamas recién puestos. Y está en mi corazón, de una forma muy especial, aquella peque llamada Cleo que antes de acostarnos y con una media lengua, nos traía un recado de parte de la tele.
Pepe Fuertes
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