La psiquis de Goya y otras cuestiones relativas a su vida y a su obra

La psiquis de Goya y otras cuestiones relativas a su vida y a su obra

De lo que quiero que nos encarguemos hoy -y si puede hablarse así- es de la pintura psíquica de GOYA, como el resultado de una mente tan poderosa que le hizo salir una y otra vez de sus propios infiernos interiores (por su sordera y tormentos patológicos cercanos a la alucinación, los ataques de pánico, la ansiedad agónica, los “deliriums tremens”, …toda la serie de síndromes fisiológicos, neurológicos, sensitivos o perceptivos, que en una sola palabra pueden resumirse como locura. Locura en cualquier caso no nata, sino adquirida por circunstancias accidentales que produjeron impacto en el sistema nervioso central derivando en el periférico en el hipotálamo, en el cortex prefrontal, en la amígdala, allá donde se ubican las emociones, como pudo ser un la picadura de un simple insecto como hemos apuntado en varias ocasiones, o ser el resultado del contacto con prostitutas afectadas de gonorrea, candidiasis u otras tipologías sexuales cuyo contagio le repercutió gravemente, haciendo el que a lo largo de su vida alternase periodos de crisis aguda, con otros de relativa paz, al menos en apariencia.
¿Fue esta la causa de sus “Pinturas Negras”?, ¿lo fue de sus obras de difícil interpretación como los de la última fase antes de marchar a Burdeos?, ¿qué significa ese perro que se asoma desde dentro de la obra y cuya mirada ha suscitado debates inverosímiles, como que es la representación del estado anímico del mismo GOYA?
El considerar a GOYA –y perdóneseme el término tan políticamente incorrecto hoy- como el de putero, no es nada nuevo. El “heteropatriarcado binario” hizo que hasta cierto punto fuese normal las infidelidades masculinas, haciendo normal o aceptándose, el que se frecuentase la compañía de estas vestales, sin que necesariamente tuvieran que ejercer como profesionales del oficio “más antiguo del mundo”. Celestinas, alcahuetas, matrimonios de conveniencia amañados entre los novios (viejos y ricos) y las futuras esposas (jóvenes y pobres), son representados en numerosas ocasiones por él, que los critica al tiempo que pone de manifiesto una cuestión que debía ser candente en sus días. Nada más lejos de la tradición literaria hispana, ni con las meretrices camufladas de modelos posteriormente.
Pero también, y considerando lo que es ya su más que aceptada locura, el impacto –también auditivo- de cañonazos, disparos de arcabuces y armas de fuego cerca de su oído, de todos aquellos sucesos devenidos del tiempo en que le tocó vivir: el cambio de tantos reyes, tantos altos cargos alrededor de la Corte, Consejeros, Asistentes, Ministros,…y más que todo eso, las cruentas Guerras y guerrillas de la Independencia, esa orgía de sangre, exaltación colectiva de la violencia, de la locura en cuanto sin razón. ¿La misma que produce monstruos, que mutila y desmembra, que somete a garrote vil?, ¿la misma que la Santa Inquisición y sus sumarísimos Jueces?
A todo esto hay que añadir las muertes de sus hijos, de sus amigos queridos, de los exilios, la muerte que también supone tanta tradición en la moral, en el pensamiento, en el terror de las religiones con demonios e infiernos, en los muertos por las calles víctimas de deformidades neonatales y enfermedades como la lepra, la sarna, la peste bubónica, el cólera, el tifus, la tuberculosis, el sarampión, la viruela,…
Los alemanes definen a este estado alterado de la consciencia con el término ANGOST, esa infame mezcla de angustia, depresión y terrorismo inducido y en consecuencia interno. Puede que incluso los cuentos infantiles, la crueldad de los malos tratos y castigos,… ¿quién puede saber en profundidad, conocer, entrar en la profundidad de su psiquis?
Las danzas macabras, el Triunfo de la Muerte, los disciplinates, los castigos físicos, internamientos y reclusamientos, la Justicia humana y la divina,…¿cuánto influyeron en su modo de hacer pictórico, de expresarse como si determinadas partes de su pintura, no fueran sino una parte de la literatura en este caso pintada? Estas obras no son cuentos al amor de la lumbre, ni mucho menos de Navidad, en que en lugar de esto deberíamos pensar en la felicidad, los regalos de la vida.
Llegados a este punto no tengo más remedio que recurrir a lo opuesto de lo que he dicho hasta ahora e ir a lo que supuso –entiendo que significó- en él la felicidad, imaginarlo feliz en sus ratos de ocio, con sus íntimos, con sus más allegados, gozando de la vida, huyendo precisamente de la negatividad de pecados, delitos falsos, acusaciones infundadas, desgracias anónimas o con nombre y apellidos, porque por encima de todo pudo superar toda la adversidad que le sabemos. De otra manera el círculo que cierra su existencia no se entendería. En estos momentos últimos, vuelve a la luminosidad de las primeras etapas con la sabiduría y la soltura de todo lo aprendido, con la Libertad que le da la lejanía, los acontecimientos y … los años. “La Lechera”, el retrato de su segunda mujer y compañera LEOCADIA WEISS, de su hija ROSARIO, sus nuevos experimentos con estampaciones, le remontan, sanan, salvan y le trascienden.
Y si es cierto que hemos visto drama en muchas obras, también lo es la comicidad con la que pueden interpretarse algunos de sus grabados. El humor bizarro, extremo, de una sonrisa helada que paraliza a fin de que tengamos que detenernos para intentar saber qué ha querido dejar a la posteridad desde su presente inmediato. Presente continuo que no deja a nadie indiferente porque todo está en él: lo bueno y lo malo, la modernidad que somos. Una polisemia que sigue el guión bíblico de las apariciones o apocalipsis, tanto como el descendimiento de vampiros.
GOYA representa el otro lado del espejo, que es precisamente donde estamos o desde el que le vemos, pues un cuadro no es al fin y a la postre, sino el reflejo de lo que somos/entendemos en cada época que pasa. El autor está también dentro del espejo. GOYA lo sabe.
TERESA LAFITA

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