Dos libros de Carmen Sevilla y Lola flores unidos por el brillante, por Javier de Montini
¡EL BRILLANTE! La lectura de las biografías gráficas «Lola. El brillo de sus ojos» de Marina Bernal y «Carmen Sevilla.La novia de España» de Alfredo Sánchez, editadas por Sevilla Press, me ha movido a rebuscar en mis carpetas la foto de cuando Mario Moreno «Cantinflas» declaró su amor a Carmen Sevilla no con «te quiero» sino poniendo en su mano un valioso brillante en una sortija.
Es una foto en blanco y negro de los años 50, creo que de 1953. En la foto que yo guardo desde mediados los 60, no figuran datos, ni siquiera el nombre del autor. Por el tamaño, siempre pensé, y pienso, que es una foto de la productora Suevia Films, facilitada para promoción de sus estrellas y sus películas. Aunque deteriorada, ahí vemos a Lola Flores, Cantinflas y Carmen Sevilla, ellas refresco en sus manos, él con un cigarrillo, viviendo la noche de México de camino al hotel en el que se hospedaban las dos artistas españolas. Parece que estamos, ¡ojo!, en 1953, en México.
El gran productor Cesáreo González les había hecho contratos millonarios en 1951 y las movía por toda América. A México las llevó el cine. Lola Flores rodaba «Pena, penita, pena» bajo dirección de Miguel Morayta. Con ella, Luis Aguilar, muy popular, también cantante. Los guionistas habían escrito para Lola Flores un papel a su medida, cantante andaluza. Carmen Sevilla, por su parte, tampoco se encontró con un papel difícil en «Gitana tenías que ser» que dirigía Rafael Baledón.
Con Carmen, el gran cantante Pedro Infante y su querida Estrellita Castro. Lola Flores estaba en los treinta años. Carmen Sevilla, en los veintidós. Mario Moreno, ya encumbrado en su personaje Cantinflas, en los cuarenta y dos. Cantinflas admiraba y agasajaba a las dos españolas, pero el encanto de Carmen le enloquecía. Era tal su locura de amor que aprovechó una fiesta de la productora para declarar su sentimiento. Dicen que no lo hizo en la misma fiesta sino después, invitando a las dos a un espectáculo.
Entre miradas y sonrisas cómplices, Carmen Sevilla se encontró con una sortija de brillantes en su mano. Vamos, una sortija de pedida. A Lola Flores, testigo, le brillaron los ojos. Al día siguiente, contemplando el brillante que entonces podría valer más de un millón de pesetas, fue cuando Lola Flores aconsejó a Carmen Sevilla que devolviera el estuche a Cantinflas: «Chiquilla, tú no puedes aceptar eso. Tú eres mocita y no puedes consentir que te regalen eso. Sabes lo que viene después. Un acontecimiento». Y muy sincera, siguió: «Aunque también te digo una cosa, Carmela. Si me lo llega a regalar a mi, que no tengo nada que perder, yo no lo devuelvo». ¡Ay, los brillantes!
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