Manuel Echegoyán, el autor “desconocido” de la escultura monumental del Padre José Lerchundi represaliado por el franquismo
Tras su participación en la guerra en el bando republicano tuvo que realizar obras religiosas alimenticias.
En este año del 125 Aniversario del fallecimiento del Padre Lerchundi a algún aburrido se le ocurrió preguntar quién era el autor de la estatua monumental del Padre José Lerchundi ubicada en la Explanada de Regla junto al Santuario. No ha sido fácil hallar la respuesta y hubo que lidiar con la amnesia colectiva, el desconocimiento y la desgana de algunos. Pero aquí está la respuesta: el escultor sevillano de Espartinas Manuel Echegoyán González (1905-1984) en su tiempo bastante afamado pero hoy día olvidado para el gran público y solo guardado en el corazón de los estudiosos. Echegoyán luchó con la República durante la Guerra Civil lo que le valió después la represalia del Régimen aunque otros contemporáneos corrieron peor surte perdiendo la vida.
En principio la idea de levantar un monumento al Padre José Lerchundi viene expresada en 1947 en escrito dirigido el 14 de febrero por el Ministro Provincial del Colegio de Misioneros Franciscanos para Tierra Santa y Marruecos establecido en el Santuario de Regla, Bernardino Jáuregui, al Ayuntamiento de Chipiona, en el que solicita aprobación al proyecto de erigir un monumento a Lerchundi realizado y diseñado por el arquitecto sevillano Aurelio Gómez Millán.
En la exposición de motivos el peticionario recuerda la personalidad del Padre José Lerchundi,”Prefecto que fue de las Misiones Franciscanas de Marruecos, hijo adoptivo y predilecto de esta Villa de Chipiona en virtud de nombramiento acordado por el I. Ayuntamiento el día 1 de octubre de 1892, en señal de gratitud y reconocimiento a los relevantes méritos contraídos por la misma, especialmente por haberla escogido entre otras varias, para fundar en ella el Colegio de Misioneros para Tierra Santa y Marruecos y además por haber colaborado eficazmente con el ilustre doctor D, Manuel Tolosa Latour en las obras del Sanatorio Marítimo de Santa Clara, primer establecimiento de este género levantado en nuestra Patria”-.Curiosamente en el escrito no dice nada que la escultura era obra del escultor sevillano Manuel Echegoyán, porque posiblemente su nombre no fuera bien visto por las jerarquías. Desconocemos bajo qué condiciones le fue encargado a Echegoyán la estatua de Lerchundi y tampoco hemos hallado hasta ahora referencias en prensa de tal encomienda.
Finalmente el monumento se inauguró el 8 de septiembre de 1949 por suscripción popular sin que al parecer se diera mucha publicidad al nombre del escultor.
Manuel Echegoyán, el escultor que tuvo que realizar obras religiosas alimenticias.
Considerado por los estudiosos de su obra como el pionero de la escultura contemporánea andaluza, Manuel Echegoyán tiene una ingente obra escultórica que sería muy prolijo repetir aquí pero nos atrevemos a entresacar algunos apuntes recogidos de esta página de internet por si queréis leer la referencia completa con más rigor que el resumen que os pongo abajo:
https://sites.google.com/site/ehegoyan/home/presentacion
También recomendamos la lectura del siguiente libro:
MANUEL ECHEGOYAN.EL ESCULTOR Y LA LIBERTAD
LAFITA GORDILLO, MARÍA TERESA / GIMÉNEZ DE ARAGÓN, PEDRO Editorial: RD EDITORES. Fecha de edición: 2006-02-Materia Temas andaluces y locales ISBN: 978-84-934741-2-6
Manuel Echegoyán
Echegoyán, “Casa Alta”, en la lengua de sus ancestros vizacainos, nació en la localidad de Espartinas, en el Aljarafe sevillano, en el año 1905, Manuel Echegoyán mostró desde pequeño interés por la escultura, por lo que sus padres lo matricularon en la Escuela de Artes y Oficios y Bellas Artes de Sevilla en 1917, dirigida entonces por Diego Salmerón
En torno a 1920, Echegoyán trabaja como aprendiz de Eduardo Muñoz en los pabellones de Aníbal González, arquitecto costumbrista que aplica el Historicismo decimonónico entrado ya el siglo XX, a quien esta Sevilla conservadora ha encargado las obras. Echegoyán realizó las puertas de madera del Pabellón de Bellas Artes, hoy Museo Arqueológico, trabajando junto a maestros renombrados como Collaut y Delgado Brakembury, que realizaron victorias aladas y alegorías de las artes.
Por último trabajó entre 1920 y 1930 como aprendiz de Ordóñez, su profesor en la Escuela de Artes y Oficios, que continuaba los trabajos de ampliación de la fachada del ayuntamiento.
Sin embargo, los escultores españoles que más influencia tuvieron en Echegoyán fueron Macho y Ferrant.
Lo cierto es que poco después, en 1929 -después de participar con una obra tradicional, Después de la cofradía, en su primera exposición colectiva, en el Ateneo, junto a consolidados escultores de la época como Castillo Lastrucci, Antonio Illanes o Sebastián Santos-, nuestro autor ganará un certamen convocado por el director del periódico El Liberal, José Laguillo, para elevar en los Jardines de María Cristina un Monumento a Castelar, cuarto presidente del gobierno durante la Primera República (1873). Echegoyán, que aún no había terminado sus estudios, se ofreció desinteresadamente al Director del Liberal, hecho que indica ya su simpatía por el republicanismo. De todas maneras, Laguillo le pagó quince pesetas diarias durante los seis meses que tardó en realizarlo. Hay que tener en cuenta, además, que el Liberal sufragó gran parte de los gastos con donativos populares anunciados en sus páginas. Se admitían aportaciones desde cinco céntimos, de modo que pudo participar hasta el más pobre de los republicanos sevillanos. En cierto sentido, el proyecto era una provocación para la ya decadente dictadura de Primo de Rivera.
Echegoyán hizo las puertas del Museo Arqueológico bajo la dirección de Luis Márquez.
Entre 1934 y 1935 estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, obteniendo el título de profesor de Dibujo. Y, aunque su arte siguió siendo el escultórico, en febrero de 1936 ganó el premio para el cartel anunciador de la Exposición de Primavera del Ateneo de Sevilla. De aquella época en Madrid dataría su conocimiento de la obra de Ángel Ferrant.
Las vidas de Echegoyán y Ferrant son similares, además, porque ambos se vieron eclipsados por la guerra y el cambio de régimen, con el consecuente cambio cultural y estético. Del apogeo cultural de la II República se pasó a una estética pretenciosa y pasada de moda propia de los Estados Totalitarios. Ferrant se dedicó a hacer pequeñas esculturas orgánicas y móviles diferentes a los de Calder, pues “siempre le faltaron los encargos espectaculares, para los que nadie como él estaba tan poderosamente dotado. Simplemente, se le toleraba trabajar en su taller de la colonia de El Viso.”
El comienzo de la Guerra Civil le coge a Echegoyán en Madrid y lucha en el bando republicano por lo que fue encarcelado una vez terminada. No permanecería mucho tiempo prisionero, pues no había participado nunca en política, pero a su vuelta a Sevilla, el estigma de “rojo” le acompañó ya para siempre, en la sociedad franquista donde le tocaría vivir la mayor parte de su vida.
En 1940 el escultor comienza a trabajar la temática religiosa –la única que se vende- en un estilo bizantinizante. Por aquel entonces trabaja como profesor interino de la escuela de Artes y Oficios donde estudió, en la calle Zaragoza. Sin embargo, nunca accedería a la recién creada Escuela Superior de Bellas Artes, segregada de la Escuela de Artes y Oficios,. Igualmente, a Echegoyán se le cerrarían las puertas de los encargos públicos durante muchos años y los premios de escultura, mientras que artistas de menor valía que él y con peores currícula accedían a mejores puestos, encargos y premios.
Sin embargo, en 1945 obtuvo un buen encargo público, los relieves de Los trabajadores del puerto, en la oficina del sindicato de dichos trabajadores. No debe extrañar que fuera la sección sindical del régimen la que recupera para la ciudad al gran escultor. Se trata de una obra muy realista, exaltando las figuras fornidas de los trabajadores, de un estilo que casi podríamos calificar de realismo socialista. Los perfiles de los trabajadores se asemejan a los de las figuras de relieves romanos, pero sus rostros son más severos, más cotidianos.
En la Exposición colectiva de la Galería Velázquez de febrero de 1949 presenta El Vuelo que, según Fernando de los Ríos, crítico de Arte de El Correo de Andalucía, recuerda a la Victoria de Samotracia de Escopas. Echegoyán se ha plegado a las exigencias de la sociedad nacional-católica, trabajando en obras religiosas, esculpiendo Cristos y Vírgenes de tipo barroco, como los imagineros del régimen, entre los que se encuentra su amigo Illanes, y haciendo del estilo clásico el suyo propio. Sólo así, podrá obtener lo necesario para vivir, para alimentar a su familia y para consolidar su puesto de trabajo como docente.
En 1950, Echegoyán obtuvo por oposición la plaza de profesor titular de Término en la clase de Modelado y Vaciado de la Escuela de Artes Aplicadas de Cádiz. En julio de 1952 ganó la Medalla de Bronce en la Exposición Nacional de Bellas Artes con Busto de hombre, que Echegoyán preferiría después llamar El Coto, nombre del gitano que solía posar para los artistas gaditanos. Esta obra, de la que el autor conservó una copia, presente en nuestra exposición, es de un naturalismo y una profundidad psicológica que podríamos calificar de hiperrealista.
Poco después, Echegoyán fue designado académico de número en la sección de escultura de la Academia de Bellas Artes de Cádiz. Lo que no se le había reconocido en Sevilla, lo alcanzaba en la cuna de la democracia española. Sin embargo, la prensa de su ciudad comienza ahora a reivindicar su figura.
En 1954, siendo todavía profesor en Cádiz, obtiene la medalla de plata en la Exposición Nacional de Bellas Artes por su Muchacha al sol, un desnudo clásico, de belleza idealista y juvenil, delicada pero no pintoresca, que provocó nuevos elogios en la prensa andaluza.
A partir de la década de los sesenta, Echegoyán, recuperado ya del trauma de la guerra y de su estigma político, alcanza la cima de su escultura. Mientras España comienza a desarrollarse alcanzando un nivel económico cercano al de los países de Europa Occidental, mientras el seiscientos se convierte en el coche de los españoles y los turistas nos enseñan un modo de vida más abierto y progresista, Echegoyán se encuentra ya suficientemente acomodado para explorar aquellas formas escultóricas abandonadas tras la guerra, estilos y movimientos artísticos del resto de Europa, considerados por los tradicionalistas del régimen como arte degenerado. Será ahora cuando de nuevo se lo vuelva a llamar para realizar monumentos públicos en la ciudad, recuperando aquella prometedora carrera inaugurada con el monumento a Castelar.
Curiosamente, mientras está experimentando esta evolución que lo llevará a la abstracción absoluta, España va liberándose de la dominación cultural del régimen (es una época en que la propia Iglesia Católica se aleja del nacional-catolicismo a partir del Concilio Vaticano II), siendo así que es ahora cuando Echegoyán va obteniendo mayor reconocimiento público. En 1965 fue nombrado académico numerario en la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. En 1967, presentó el Móvil de colores a la Exposición del Ateneo, obteniendo medalla de plata. Ya se ha aventurado por el camino del abstracto
En 1973 ganó el concurso organizado por la Junta del Puerto para erigir un monumento conmemorando su centenario. La obra se inauguró el 12 de octubre del año siguiente, y consistía en un monolito de granito de siete toneladas sobre el que se eleva un barco de hierro forjado en los talleres del puerto. El barco está realizado en un estilo esquematizante, tendente al abstracto, en el que se incorporan elementos mecánicos como una hélice y una rueda dentada. “He planteado en hierro una especie de mesa revuelta de varios barcos, a través de un velero, con símbolos de la navegación y de la industria, logrando un efecto armónico con cierta belleza y no falto de originalidad”. Estas palabras son significativas, pues conociendo el carácter modesto del autor, su satisfacción debió ser considerable. Se trata sin duda de una de sus mejores obras, como mencionaban Moreno y Moyano. No acaba aquí su quehacer. Aún le quedaba una década de vida, pero ya jubilado, en la que se dedicará a realizar obras para su familia, como el desnudo de su nieta o las cerámicas orgánicas que exponemos. Siempre polifacético, moderno y clásico al mismo tiempo.
Agradecimientos. Expreso a Juan Luis Naval Molero, Cronista Oficial de la Villa y al investigador Amalio González Caballero por la aportación de sus conocimientos.
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