Marcha por la Libertad del Pueblo Saharaui. Etapa 1. Cádiz-UCA- Puerto Real 20 de Mayo
Y es que el fondo, todo es cuestión de emociones. El mundo, como el té, puede ser cruel o tierno, puede saber a miel o a hiel. Son nuestras emociones las que nos hacen percibirlo de una u otra manera.
Organizar un acto como la Marcha por la Libertad del Pueblo Saharaui que ha empezado hoy a las 10 en la Plaza de San Juan de Dios de Cádiz ha significado poner de acuerdo en comandita de intenciones a muchas organizaciones, asociaciones, administraciones y personas. Mas de treinta. Escucharlas a todas leer sus comunicados mientras el Levante sacudía la plaza urgiendo la salida antes de que el sol se volviera castigador en exceso, con una megafonía digna de peores evento fue sin duda el primer esfuerzo de las personas que acudieron al llamado de la solidaridad con el pueblo saharaui. En la mayoría de los casos, los esfuerzos de las y los portavoces por contagiar de emoción a las personas oyentes fueron, como mínimo infructuosos. La repetición de consignas e ideas se hizo tediosa.
Solo Habiba, una joven venida hace 20 años desde los campamentos, cuando nos habló de su doble condición de andaluza – española, dijo ella- y saharaui y llamó torturador al rey marroquí y nos habló de su experiencia, solo Habiba nos trajo de nuevo la emoción. Yo que me andaba preguntando porque casi todo el mundo acusaba con el dedo a Mohamed, el verdugo, el rey que les tocó en desgracia a nuestros vecinos y casi nadie se acordaba de acusar de la misma infamia traidora a la dinastía que nos tocó en mala suerte en estas tierras nuestras abracé a Habiba con los ojos.
Y la historia de los baúles para almacenar los enseres para el regreso a la tierra propia que desde el 91 aún se guardan en los campamentos como testimonios de la traición.
Y a Diego Cañamero, también. Diego sabe evocar esas emociones que nos conectan con lo mejor de nosotros y nosotras mismas. Nos habló de un pueblo de gente en pié que lleva 35 años sin poder cultivar sus tierras y sin cosechar en sus mares. Y eso le parecía una tragedia a este hombre que tanto de la tierra y los campos. Y supo unirnos en el triunfo futuro afirmando que cuando los hombres y las mujeres del Saharaa vuelvan y cultiven sus tierras, en Andalucía y en el mundo, estaremos mas cerca de poder ser dueños de las nuestras.
Luego iniciamos la caminata. Por fin. La avenida de Astilleros se pobló de banderas y gritos. “Sahara, Libertad; Polisario, vencerá” “Libertad, a los presos, libertad”, “Viva la lucha del pueblo saharaui” o “Mohamed, atiende el Sahara no se vende” o, más choni, “Mohamed, capullo, el Sahara no es tuyo”. Se mezclaban los tonos. Uno sabía cuando la garganta que iniciaba el pareado era saharaui y cuando era de Cai, Cai. Pero la emoción nos embargaba. Y aunque nos pedían que guardáramos garganta para calles mas habitadas perro no había manera.
La Universidad de Cádiz nos recibió cálida y fría. Los amigos, en la puerta, nos dieron agua pero las y los universitarios siguieron navegando ajenos por las redes. La causa saharaui despierta simpatías pero, da la impresión, de que fuera de los ambientes solidarios en la Universidad siguen creyendo que la historia solo son palabras en un libro. El único calor en aquella escalera, la de la foto, lo llevamos nosotros y nosotras.
Yo llegué a Puerto Real un poco confuso por emociones en un sentido y otro. Pandemia, calor, mascarillas, el ambiente está raro para las manifestaciones de los amores de los pueblos. Comimos en un parque que solo estaba habitado por la gente que descansaba con los pies calientes. ¿Dónde estaba la gente combativa de Puerto Real, la que prendió las barricadas contra la reconversión, la que llenó los barcos de solidaridad para Cuba? Era la hora de la siesta. O será el siglo del sueño de los pueblos.
Espero disfrutar mañana de emociones más positivas. Hoy me quedo con las palabras Habiba y las metáforas políticas de Diego. Las guardo en el baúl que abro hoy con el que retornaré a la utopía. Las volveré a sacar antes dormir para despertar con mejor disposición.
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