Las antiguas viviendas-chozas del campo de Chipiona
Por Juan Luis Naval. Cronista de la Villa.
El origen de este tipo de vivienda que tiene cierto parecido al de la arcaica barraca levantina, es propia de los antiguos hortelanos de origen musulmán.
Aunque a muchos les pueda parecer que hace mucho tiempo que existieron este tipo de viviendas, aunque la mayoría de la juventud no las haya conocido, y aunque a muchos se nos ha olvidado, porque la memoria es muy frágil, hace sólo 60 años que muchos chipioneros, sobre todos los que vivían en el campo, lo hacían en estas viviendas.
Según los datos de nuestro Archivo Municipal en el año 1963 existían aún en Chipiona 204 familias que vivían en ellas.
Estas viviendas generalmente consistían en una choza en el campo, de forma rectangular, con su techo a dos aguas, de pastos o juncos, la estructura de madera y cañizos que resultaba fresca en verano y lo suficientemente cálida durante el invierno, una pequeña puerta de acceso y una insignificante ventana como respiradero.
Las habitaciones, dependiendo de las dimensiones de la choza, eran habitualmente dos dormitorios, uno para el matrimonio y otro para los hijos, separados por una tela de saco encalada, la entrada con una mesa, el platero, unos bancos, generalmente de corcho, y una candileja para alumbrarse durante la noche.
Cada año se solía renovar la techumbre echándole una nueva capa de pastos para mantener la cubierta de la casa bien protegida, y a veces, se coronaba con “cebas” o algas de la playa. También se utilizaban los juncos de la “Laguna de Regla”, que el Ayuntamiento tenía destinado para este menester.
Normalmente estaban orientadas al sur buscando la luz, de este modo daban la espalda a los vientos del norte que siempre eran los que más azotaban en invierno.
Se cocinaba preferiblemente en el exterior, aunque cercano a la choza. donde también estaban las cuadras con sus aperos de labranza y los animales, así como el burro o la mula que le ayudaban a arar la tierra.
En ellas trascurría la vida cotidiana de estos labradores con sus mujeres y familia y los conocimientos sobre el campo y la sabiduría popular de estas familias se iba trasmitiendo de padres a hijos.
En los alrededores, y cercano a la choza estaba ubicado el pozo, donde abastecerse de agua además de los utensilios, como el lebrillo de lavar, el cántaro, el búcaro, el canasto, la cesta, etc.
Junto a la choza estaba el “paraero”, junto a un cobertizo o sombrajo de pastos, donde se comía durante el tiempo bueno, se preparaban las hortalizas para llevarlas al mercado, y la mujer lavaba a mano sobre un lavadero con restregador de madera, en uno de aquellos extensos lebrillos de barro.
A pocos metros de la choza se hallaba la estancia, formada por vallados de tunas chumberas de forma de circunferencia que a veces alcanzaban más de tres metros de altura, donde habitualmente se tenían unas docenas de gallinas, la cabra, las conejeras, la vaca, la burra o la mula, y asimismo les servían para transportar las hortalizas y los frutos de su campo al mercado local o al barco, de la carga con destino a la lonja de Cádiz o Sevilla.
Convivían con sus aperos de labranza, sus huertos y los animales propios del cortijo, el perro que vigilaba la finca, etc., incluso el camaleón, hoy protegido, convivía con los “mayetos” en sus huertas.
El arado con el mulo, ordeñar las vacas y las cabras, injertar los árboles frutales que poseían, poner las casillas de los tomates, la caña larga abierta en su punta y cogida con una cuerda para coger los higos de las chumberas, etc., eran los trabajos que se realizaban habitualmente en estas viviendas del campo.
Cada cierto periodo solían acudir al pueblo, montado en su caballo, mula o burra, para realizar las compras de aquellos artículos que no les proporcionaba el campo, como la sal, el azúcar, la sosa para lavar, la ropa, etc., además de las dos grandes festividades del pueblo como eran el día de Corpus y de la Virgen de Regla que establecían y abrían las temporadas de verano o invierno.
Existían diferentes tipos de chozas, unas que estaban realizadas totalmente de materiales vegetales, maderas, troncos de árboles, cañas, juncos, etc. Otras mixtas, edificadas con materiales de construcción y cubierta vegetal.
A continuación podemos ver algunos ejemplos de estas chozas de Chipiona por mediación de estas fotografías realizadas la mayoría de ellas a finales de los años 60.
Juan Luís Naval Molero Cronista Oficial de la Villa de Chipiona
Para ver anteriores publicaciones:
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