Aclamación. Éxito de público (y de crítica) de ‘Áspera seda de muerte’, una novela en la que Francisco Gallardo, médico y escritor, viaja a la Sevilla del XIX con un tema muy actual
Por Francisco Correal/Diario de Sevilla.
Aquí pasó al revés. El historiador le dio la receta al médico y éste la convirtió en novela. En la tertulia que tienen todos los viernes, el americanista Bibiano Torres le dejó en la barra del mostrador del bar al doctor Francisco Gallardo un extracto de un documento encontrado mientras ordenaba el archivo de San Ildefonso. Así surgió Áspera seda de la muerte (Algaida), la tercera criatura literaria de Francisco Gallardo, ya familia numerosa, como la que forman las tres hijas -Arancha, Sara, Carmen- a quienes se la dedica.
En la Caja Rural del Sur, con mucha gente de pie por la respuesta de público, Paco Robles y María Zaragoza, presentadores con trenes que iban y venían, como los cantes de América, se encargaron de glosar los méritos de un libro que ya venía con bendición, la que le da ganar la vigésima primera edición del premio de novela Ciudad de Badajoz.
«Las mujeres son las que rehacen el país después de la guerra, milicianos y monjas»
Muchos médicos, muchos escritores, amigos, familiares, pacientes -que le pregunten a Amparo Rubiales-, para asistir al bautizo de una novela «histórica por la época y por su estructura muy moderna», en palabras de su autor. Cuando vio el documento de Bibiano Torres, sabía que allí había una novela. En la Sevilla de comienzos del XIX, Flora de Letona, harta de los malos tratos de su marido, el teniente Ballester, héroe de la guerra de la Independencia, decide abandonarlo y buscar el amparo de la justicia.
«Crea una atmósfera con la sintaxis, no con el vocabulario ni con la acción», dijo Paco Robles de la forma de la novela. Del fondo, María Zaragoza señaló que «no ha escrito una novela, la ha tejido. Es una araña». Francisco Gallardo habló de Frankenstein, personaje coetáneo de la acción, pero lo convertía en Spiderman por su capacidad de atrapar al lector. De los comienzos del XIX a los del XXI. «Me indigna tanta violencia machista y el escritor tiene que comprometerse. Esta novela es una denuncia».
Hermano de dos abogados, uno de ellos decano del Colegio, Gallardo sazona la historia con una trama jurídica. La protagonista acaba siendo depositada «como una maleta» en un beaterio, como el de la obra teatral de Martín Recuerda.
María Zaragoza se queda con la suegra del héroe y villano como su personaje favorito, «una ciega que lo ve todo», y destaca la solidaridad entre las mujeres cuando las cosas se tuercen. «Nosotras nos apañamos, que dice mi abuela». Gallardo coge el mensaje. «Las mujeres son las que rehacen el país después de la guerra civil. Las milicianas y las monjas. Se ponen de acuerdo y dicen: vamos a dejarnos de tonterías».
Rodeado de mujeres en su vida familiar, creció con tres varones en el hábitat de la hacienda La Prusiana, Mairena del Aljarafe, dominios paternos, y el ejemplo de su madre, de cultura oral. «Escribir le parecía una pérdida de tiempo. Hablar le resultaba más terapéutico y decía que después de leer le dolían las pestañas».
En la novela, Gallardo denuncia los abusos del maltratador y homenajea a sus colegas. «En la Academia de Medicina de Sevilla hay para mil novelas. Después de la de París, fue la más importante del mundo. Llegaban los libros en barcos a Cádiz». María Zaragoza pondera una novela que retrata una época, una ciudad y a la mujer. Todo en una coctelera de rigor y ficción en «lo que yo llamo el eterno bucle de Sevilla», en palabras de Gallardo. Un bucle que en la época de la historia atraviesa una de sus muchas decadencias: se han ido los franceses, hay un rebrote de la fiebre amarilla.
Una novela muy urbana escrita a golpe de escapadas rurales con La voz dormida de Dulce Chacón en el retrovisor.
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