Había un friso de estrellas
La Fundación Pequeño Deseo parece tener naturaleza olímpica, siempre marcándose metas nuevas, saltando obstáculos, persiguiendo hacerse, una y otra vez, con el mismo trofeo: cumplir el sueño de niños que se curan tocando el cielo.
En sus numerosos logros, en tantas veces como ha hecho realidad las ilusiones de la infancia, para Pequeño Deseo ha sido fundamental la organización de actos benéficos. Hoy, viernes 2 de octubre, celebra una cena de gala en el Consulado de Portugal, sito en el Paseo de la Palmera.
La larga y ancha avenida sevillana distribuye últimamente los destellos de la Fundación. Recuerdo no hace mucho su brillo amarillo en el escenario del Centro Superior de Danza. Había un friso de estrellas. Se me quedó grabado entre las zapatillas blancas de las bailarinas, ágiles como los retos incansables de Pequeño Deseo. Y volvió a impresionarme Mercedes Vázquez, su presidenta y coordinadora, el hada de Sevilla para salir airosa de los difíciles empeños que necesitan tanta magia. Con ella he sabido que existe la potente fuerza de la suavidad, el nervio imparable de la serenidad, los rasgos más enérgicos y marcados de la ternura. Posee una extraña combinación de carisma y proximidad, capaz de conmoverte al comprobar lo cerca que pueden quedar de las penumbras los ojos azules y hermosos de su tenacidad.
Esta noche es la cita, la III Gran Gala de los Deseos: una cena organizada por los concursantes andaluces de Master Chef, con las actuaciones de Juana Castillo y Antonio López, componiendo un cartel que anuncia muchas sorpresas. Y, en cualquier caso, con la Fundación Pequeño Deseo, la presencia de las estrellas siempre está asegurada. Como la última vez, cuando las vi en un friso reflejo de tantas curaciones y mejorías de niños.
Pepe Fuertes
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