Los que quisieron ser toreros
En facebook soy invitado a darle al Me gusta de una cuenta realmente original: Los que quisimos ser toreros. Y allí está mi buen amigo José Francisco Sánchez, el padre de mi admirada y querida Pastora Soler, rememorándose en una vocación que siempre le revolotea alrededor como ciñéndose el capote de la nostalgia. Brinda la posibilidad de ver unas fotos sorprendentes, y como poco curiosas, en las que él y otros dejaron el recuerdo de los días en que persiguieron un objetivo que no lograron tanto como quisieron.
Pero lo que me llama la atención verdaderamente no es descubrir esas fotos, preciosas desde luego, entrañables, envueltas ya al cabo de los años por el aroma sepia del tiempo de los sueños. Lo que me llama la atención es la valentía de unos hombres para saber echarle la pierna adelante a lo que pudo haber sido y no fue en ellos mismos. ¡Ole! ¡Ole de plaza entera puesta en pie y en requiebro por darle ese pase de pecho, despacio y ajustado, a los días de una ilusión tan respetable como si hubiera llegado eso que llaman éxito!, que diría mi buen amigo el apoderado Rafael Moreno.
Admiro el valor de los que enfrentan a la vida como viene, el valor de los que asumen que en lo humano no siempre caben todos nuestros deseos. Me gustan las hechuras de los hombres que no dejan de hacer miles de maneras de paseíllos posibles, por más que los pies no regresen a las arenas por las que se esperó una gloria. ¡Cuántas veces una puerta que se cierra ha traído que se abran veinte más!
La vida humana está llena de los que quisieron ser esto y lo otro. La vida humana está plagada de los que se quedaron en el camino. Eso es tan natural y forma parte de nuestra raza como haberlo recorrido. Las dos posibilidades se abren siempre a nuestra naturaleza en todos los empeños, en cada una de nuestras empresas. Y los hombres que lo saben, los que miran hacia atrás sin ira, los que se contemplan sin amargura en sus intentos fallidos, son dignos de tanta admiración como los que cumplieron sus aspiraciones. Vivir se compone de todo esto. Me acuerdo de quien dijo que el fracaso no existe, que la vida es un continuo tanteo.
Hay que ser muy elegante para mirar cara a cara y con benevolencia a tu más rabiosa juventud en el tiempo aquel en el que divisabas estrellas que después no alcanzaste, para acabar sintiéndote afortunado por haber tenido la osadía y el atrevimiento de levantar los ojos hasta sus brillos.
Y, sin embargo, ¡cuántas veces aquello que ni estuvo en nuestros planes, llegó como un milagro inesperado, llegó para que latiera en el corazón una sangre nueva que palpitó ante la sorpresa más hermosa! ¡Quién iba a decirle a un buen hombre que quiso ser torero, que iría a convertirse en el padre de esa artista grande llamada Pastora Soler! Es como si el futuro hubiese previsto para aquel mocito novillero el regalo en voz de copla con la cadencia de un pasodoble dedicado sólo a él.
Pepe Fuertes
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