EL QUIJOTESCO RAJOY
Dice hoy ABC -¡ABC nada menos!- que Rajoy se agarra a su victoria en votos. Agarrarse es lo mejor que uno puede hacer cuando se sube por las paredes.
Rajoy ignora cuál es su electorado. Por eso se atrevió a estafarlo. Tiene menos psicología que un encuestador parando al que lleva prisa. Y cada vez que hay una nueva convocatoria electoral, se le desangran los votos como si aflojara el torniquete de una vena safena a la que la hubiera entrado el cornalón implacable de las decepciones. Si tanto le interesan los votos, ayer perdió otros dos millones y medio. El Partido Popular está bien cogido por el muslo. La hemorragia peor le espera en las Generales.
Rajoy no cambia de rumbo. Hubiera hundido el Titanic hasta sabiendo que delante tenía el iceberg. Pero preside un Partido en el que la arrogancia y la prepotencia son las alas de su logo. Es un kamikaze que ha perdido la gran ocasión histórica de haber gobernado novedosamente para el siglo XXI, innovando formas y estilos honrados. A lo mejor es que la política, en estos tiempos más que nunca, ya no consiste en ser más que una enferma incurable invadida por la metástasis.
Me pasé la vida votando al Partido Popular, confiando en sus gentes, esperando de ellas. Hasta que Rajoy convirtió nuestros votos en clínexs de usar y tirar, hasta que me encontré un Gobierno formado por hombres como Guindos o Montoro, por mujeres como Soraya Sáenz de Santamaría, Ana Mato, Loyola de Palacio o Esperanza Aguirre. Un grupo inhumano, con almas de acero, inflexible con millones de españoles subsistiendo, desesperados, en el desahucio o emigrando. Y con un tufo a Opus Dei que da pánico.
Yo tenía sólo un grano de arena para dejarlo caer por la ranura de las urnas y decirle a Rajoy que se acabó. Ahora veo que mi reacción no fue nada original. En realidad nunca me sentí extraño ni aislado, porque hablaba con la derecha y con los conservadores de siempre y echaban humo con Rajoy, un presidente tan distante que no sabe ni comparecer ante los medios. Anoche mismo, fue el único líder que no supo hacerlo.
Ese político sin carisma desconoce a su público. Venimos de la Universidad, del mundo de la formación, de la cultura, de la preparación académica. No hemos llegado en el autobús de línea con un bocadillo para el mitin. Cuando nos engañan, nos damos cuenta. Y sabemos desplomar al más pintado.
Su hegemonía ha pasado a la historia, sencillamente porque millones sus antiguos votantes no fuimos nunca correligionarios, sino razonables. No votamos con la venda en los ojos, sino con la mano en la cartera. Y no somos nada olvidadizos. Tenemos la memoria no de un elefante, sino de una manada. Recordamos una reforma laboral para facilitar los despidos, recordamos la criminalización de los funcionarios, recordamos una Justicia politizada desprovista de su independencia, y la Ley de Tasas judiciales, y las subidas de impuestos, y la doble contabilidad siempre maquillada, y los recortes despiadados, y la sumisión ante Merkel…
Hoy, 25 de mayo, con los durísimos datos del PP escrutados ayer, un hombre instalado en una absurda suficiencia, todavía preferirá darle la espalda a los resultados electorales y proseguir sus andanzas políticas de cara a los molinos de vientos que le parecerán gigantes.
Pepe Fuertes
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