LA MALA COSTUMBRE”, DE JOSÉ ABRAHAM UNA CANCIÓN CADA VEZ MÁS IMPORTANTE
AHORA EN DUETO POR PASTORA SOLER Y DAVID BISBAL
Me hallo encerrado en un escalofrío, conmovido de nuevo como desde que la escuché por primera vez. Es esa canción compuesta por José Abraham que lleva escritas verdades como puños, la que dice que tenemos la mala costumbre de querer a medias, de no decir lo que sentimos a los que están cerca, la mala costumbre de echar en falta lo que amamos, que sólo cuando lo perdemos es cuando añoramos… ¡Dios mío, líbranos de descubrir tanto y de tanta conciencia, impropia de torpes seres humanos! Lo nuestro no es saber tanto, sino errar mucho, equivocarnos miles de veces en el mismo sitio, tropezar con la misma piedra, caer y levantarnos… lo nuestro es no tener remedio. Pero esa canción nos arroja sin clemencia la luz a la cara, como cuando el sol viene de frente y nos deslumbra.
José Abraham me ha llevado a su estudio para que escuche en primicia la nueva versión de Pastora Soler en el dueto junto a David Bisbal. Oírlos es impresionante. Siento estar a punto de derrumbarme, me apuntalo con los disimulos que puedo en ese momento, mirando las paredes con retratos de Bustamante, Chenoa, Tamara, el propio Bisbal, o tantos otros que cantan ya por todo el mundo los cimbreos del alma que escribe José Abraham. Me resisto a terminar siendo un montón de escombro humano derribado por la emoción. Hasta parece como si Pastora Soler no hubiera querido cantar “La mala costumbre” sola ni una vez más, como si hubiese pedido ayuda para soportar junto a alguien este desgarro en la angustia de sentirnos tan vulnerables como insensatos. Es un bellísimo reparto de cargas de la sinceridad.
Y Rafa Cano, después de su estreno en Cadena Dial, desde los estudios de Gran Vía en Madrid para toda España y la amplia cobertura internacional de la famosa emisora, ha informado acerca de que las redes sociales están revolucionadas con el dúo cantando la hermosa composición del sevillano, inspirada en una conversación que tuvo con la artista hablándole de su padre. Pero más allá, mucho más allá de unas confidencias derramadas por su piano, Abraham ha enviado a todos un SOS universal a través de dos voces lacerantes y maravillosas para decirlo. Para decir que tenemos la mala costumbre de no apreciar lo que en verdad importa, y sólo entonces te das cuenta de cuántas cosas hay que sobran. A lo mejor por eso la bonita chiquilla de Coria, la de los ojos como dos auroras, se ha ido un tiempo -nada más que un tiempo- en busca de las grandes razones de vivir, de las verdaderas cosas que merecen la pena, aquellas que estaba dejando de tocar con sus propias manos, cansadas de hacer maletas, hartas de decir adiós a su gente, estrechadas con las de amables desconocidos por toda la geografía del éxito, pero desconocidos al fin y al cabo.
Hay canciones como seres vivos, porque nacen y crecen, pero sin fenecer y sí convertirse a la inmortalidad. Las necesitamos ya para siempre como se necesita un Evangelio, como si guardaran palabras de vida eterna. En realidad, José Abraham ha venido a decir otra vez que de lo único que a la caída de la tarde van a examinarnos es del amor. ¿Para qué creemos si no que estamos aquí, por encima de todo, en esto de vivir? ¿Para hacer negocios, para triunfar, para ser más que nadie, sobresalir quizás? Pero tenemos “la mala costumbre de perder el tiempo, buscando tantas metas falsas, tantos falsos sueños”.
Abraham es muy joven, pero ha levantado ya con las voces prodigiosas de Pastora Soler y David Bisbal un auténtico monumento al centro de gravedad de la vida, ha edificado el monolito con punta de la fugacidad, el que rasga hasta el azul del cielo más duradero, ha hecho una invitación a la intensidad y una profunda reflexión sobre las oportunidades perdidas.
Abraham compone como si en vez de canciones hiciera relojes de precisión suiza, con exactas agujas al segundo, con medido compás. Está en la mejor línea de los mejores, en la escuela de Manuel Alejandro o de la copla que hacía caber en cuatro versos historias enteras, pero ahora con lenguaje y cadencia propios de su nueva generación. No imita, pero aprende y evoluciona. Y acabará dando muchas más canciones inolvidables como manuales para amar y vivir.
“¡Cuánto sentimos, cuánto no decimos que a golpes quiere salir!”. Es como haber promulgado que no hay tiempo que perder en esta vida. No hay tantas horas, ni tantos días, ni tantos años como a menudo nos pensamos. Hay miles de experiencias humanas arrepentidas de haberlo creído. Hoy, ahora, este instante, es lo único que verdaderamente poseemos. Los humanos deberíamos haber escarmentado ya de planificar más de lo necesario, más de lo imprescindible. Y no desperdiciar la ocasión del más mínimo beso que esperan o necesitan de nosotros y nosotros de los demás.
Nunca olvidaré que en el dramático 11 de septiembre en Nueva York, lo último (o mejor lo primero) que se les ocurrió a quienes veían amenazadas sus vidas atrapados en el interior de las torres gemelas fue, apurando los últimos momentos de existencia, enviar mensajes de móviles escribiendo “te quiero”, como si fuera un testamento urgente, el gran testamento, la verdadera y gran herencia que dejar, el auténtico resumen de vivir. Hay muchas formas de “torres gemelas” para cada uno. No deberíamos acabar aprisionados en ninguna de ellas. Y José Abraham parece haber escrito “La mala costumbre” desde una de aquellas altas plantas del pavor. Porque realmente escribe magistral con fuego y con vértigo.
José María Fuertes
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