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Tendré que contarlo muy pronto en una crónica sobre mi propia vida que llamaré EL TIEMPO DE UN VUELO. No indaguemos ahora en la razón de ese título. Ahora me importa compartir con mis innumerables amigos que vivo un auténtico milagro de los panes y los peces después de un largo periplo de cestos vacíos, con la excepción del nacimiento de mis hijas.
¿Qué ocurre? ¿Qué pasa con tanto amor y cariño venido de la gente por todas partes?
No sé dónde meterme cuando una artista inconmensurable como María José Santiago me dice estas cosas. Pero me considero un hombre que sabe salir a los medios, siquiera a saludar, al menos a recibir la ovación de quien tanto está acostumbrada y hecha a ovaciones. Lo mínimo que puedo hacer es dar la cara, ofrecer el tipo y jugármela en el sitio que ella me da cuando resulta que ese sitio, donde se agradecen los aplausos y el cariño, es precisamente el suyo, el de María José Santiago.
José María Fuertes
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