SU VIDA

SU VIDA

Su vida lleva sirena de ambulancias. No hay tiempo que perder. Pide abrirse paso entre una circulación lenta que no recorre nada con la urgencia de sus latidos. Reclama una velocidad que nadie lleva. Se ha desesperado comprobando que la gente puede cruzar una sola avenida en años, ignorar las autopistas y meterse mal acompañada en callejones sin salida. ¡Qué peligro tiene ocupar el asiento de la muerte!

Hoy quiere levantarse con miles de cosas pensadas que apremian saber dónde siguen o se quedan, decidir qué abandona en las cunetas o aparca en los arcenes. Hoy quiere conocer si su futuro va a decidirlo la razón o un beso. Se divide entre la seguridad y la emoción, entre ser heroína en soledad o quedar derrotada en un abrazo de deseos. Quiere recobrar el temblor de su desnudez. Atribuirse todo lo que le pertenece de mujer y le han usurpado tantas resignaciones. ¡Qué peligro hay en el acomodo de las zapatillas!

Pero tiene ya un pie en la otra vida: donde lo piensa, donde lo recuerda, donde lo imagina, donde lo cree…

Sin embargo, aún lleva una piel de zozobra y miedo, un vestido negro con jirones de horror en madrugadas huecas. Le falta estar encueros sin angustia, atreverse a caricias diferentes y lascivias nuevas y escaparse a la locura de los más cuerdos. La mejor manera de demostrar la inteligencia es en medio de los mayores desvaríos.

De vez en cuando escucha una canción fortuita como si fuera una voz de asalto y manía persecutoria, cuya letra parece asediarla, como si cada te quiero en estribillo la empujara contra las cuerdas de su desatino y sus tentaciones. Y se queda inmóvil recordando lo que leyó de alguien en alguna parte: que la vida no se mide por el número de veces que respiramos, sino por los momentos e instantes que nos cortan la respiración.

José María Fuertes

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