LA CUSTODIA COMPARTIDA DE KIKO RIVERA
En menos de veinticuatro horas, y del ámbito de una Justicia más lenta que las tortugas -que por eso mismo ya no es tan justa-, en menos de veinticuatro horas se ha producido la sentencia que concede a Francisco Rivera Pantoja la custodia compartida de su hijo con la modelo cuyo nombre no cito, porque creo que no siendo relevante en su profesión ya se ha llevado de la relación con un personaje popular, más renombre del que le pertenecía.
El veredicto ha acabado de manera fulminante con el calvario de un padre que llevaba dos meses sin ver a su hijo porque la madre -es un hecho incontestable- se lo impedía, llevándoselo incluso a una provincia bien distante de la de Sevilla.
No han trascendido los fundamentos jurídicos de esta sentencia, alegándose la protección de un menor. Y a mí me parece que si se conocieran, esa misma protección alegada podría conseguir el efecto multiplicador de extenderse y ayudar a miles de menores desprotegidos precisamente por el parecer de tantos jueces. Los ciudadanos españoles, y hasta muchísimos de los profesionales del Derecho, como abogados decepcionados del ejercicio de la carrera que eligieron, ya no creen a estas alturas de desmanes que los jueces aplican la Ley, sino que la interpretan con notable arbitrariedad.
Las Cortes no han sabido realizar ni en esta ni en otras normativas un esfuerzo casuístico capaz de legislar reduciendo la posibilidad del amplio arco de opiniones dispares que se producen de una sala a otra, no pocas veces ante los mismos supuestos. Vergonzoso. Lacerante.
Ahora no es el tema que me ocupa, pero ya me he pronunciado con anterioridad en que me esperan los días adecuados y oportunos para abrir una campaña mediática a fin de concienciar a la opinión pública sobre situaciones insostenibles e intolerables de un Estado de Derecho, en el que la solución estaría, por contradictoria que parezca, en lo que yo llamo “legislar sentenciando”, esto es: abarcar con previsión la mayor cantidad de supuestos por presentarse y darles, de antemano al ámbito judicial, respuesta concreta en las leyes. Total, la división de poderes está más que burlada llena de vasos comunicantes, con influencias letales para un sistema democrático.
Volviendo a la sentencia en sí, como no conocemos sus razonamientos, se hace inopinable hasta sus más decisivas argumentaciones. Por eso no puedo estar a favor de pronunciamientos como los de las organizaciones de padres en pro de la custodia compartida, que se han manifestado en contra de lo obtenido por Francisco Rivera afirmando que sus apellidos han influido en el dictamen que le ha favorecido.
Esas organizaciones, ya se lo advierto, no podrían acusarme de ver los toros desde la barrera, pues me siento en el mismo lugar de las mismas y sus reivindicaciones. Pero si algo se me ocurre como primera reacción ante la sentencia, y aún ignorando sus motivos, es aplaudir públicamente a la juez titular del 17 de familia en Sevilla por haber tomado esta decisión: la decisión que demuestra que cuando se quiere, se puede; que cuando hay causas graves -y lo es un padre sin ver a su hijo por arrebato, despecho, capricho o decisión unilateral de la madre-, se puede decidir sin dilaciones, por muy colapsado que esté un juzgado; y que a priori esta sentencia convierte y define a quien la ha dictado en una adelantada a su tiempo judicial, en alguien que apunta el final deseable, más tarde o más temprano, de decisiones de colegas que jamás han tenido en cuenta y han lesionado constantemente el principio de igualdad entre el hombre y la mujer, además de dañar con un cinismo muy peligroso aquello en lo que dicen basarse fundamentalmente para sus sentencias: la protección y mayor beneficio de los menores.
El Partido Popular, que gobierna vendiendo humo, o dando una de cal y otra de arena, tampoco resuelve ya -a pesar de las promesas de hace meses del Ministro de Justicia- la implantación legal general de la custodia compartida. Por lo visto no es urgente la situación en la que viven tantos hijos de divorciados apaleados psicológicamente porque tras el divorcio de sus progenitores, papá se quedó por mor de un juez en un amor de segunda o menos categoría, en el paseante en cortes de un repugnante régimen de visitas. El Partido Popular reduce sus prisas en recortarnos los sueldos, subirnos los impuestos, inventar los que aún no existen, llenarnos las ciudades de policías municipales como si Obama las estuviera visitando, o debilitar con normas dictatoriales los últimos flancos fuertes de la democracia.
Mientras tanto y mirando, atónito como tantos españoles, el panorama, mi personal reconocimiento de ciudadano a esta juez que hace justicia con un padre y su hijo, y señala la pauta de un deseable futuro para todos los demás.
José María Fuertes
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