FELIZ CUMPLEAÑOS A JULIO IGLESIAS
Los 60 tienen 70. La generación de artistas de la década prodigiosa está, unos más otros menos, metida ya en el 7. Y otros justo, justo hoy 23 de septiembre de 2013, como Julio Iglesias, celebrando su setenta cumpleaños. Felicidades, maestro; felicidades, torero, truhán, señor, quijote; felicidades por ese tiempo redondo en esto de la vida y por volar tan alto en ella, que ya se sabe aquello de que “la gente tira a matar cuando volamos muy bajo”.
Cumplir setenta años es, de antemano, una bendición de Dios. Para saberlo, sólo hay que recordar a quienes no han podido contarlo. Y ya no tiene nombre cumplirlos como Julio Iglesias, en activo de todo, sin jubilación, gozando de algo tan raramente vitalicio como es el éxito en la cúspide. Un día me dijo el mánager Carmelo Millán:
-Mira, Pepe, Julio es ya como el dólar: está más arriba o está más abajo, pero es el dólar.
Hay dos tipos en general de cantantes. Unos, los que han nacido con una voz portentosa, de auténtico prodigio en sus gargantas. Y otros, los que traen una modesta tesitura, casi de hablantes más que de cantantes, pero que son susurradores maravillosos. Los primeros, los excepcionales, suelen tener una vida corta en facultades, sencillamente porque resulta imposible mantener siempre esa cima vocal en la naturaleza humana. Una Caballé, sin ir más lejos, supo perfectamente ir adecuando su repertorio a sus años, adaptándose a un registro menguado que ya no era apto para interpretar Norma. Y los segundos, los modestos -ese fue el caso de Julio Iglesias- terminan pareciendo vinos al amparo umbrío de las bodegas, cogiendo cuerpo y solera. Tienen voz para saborear eternamente.
Felicito a Julio Iglesias, ese gran desconocido del que conocemos tanto, un seductor nato que llega a sus setenta años sin dejar de aprender, sin instalarse en nada definitivo, un incansable en disciplinas como la gimnasia o la natación, un aliado de la tenacidad y el esfuerzo, un número uno de la humildad del principiante, un amante de la vida y del amor, más señor que truhán.
José María Fuertes
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