EXPONE ISABEL MARÍA CASTILLA
Los pintores y yo nos llevamos. Ellos saben que yo no entiendo de pintura, pero que me fascina. Como tampoco entiendo de mujeres y, sin embargo, no he dejado de desearlas. Pero los pintores y yo seguramente nos encontremos en un lugar indispensable que ya no nos separa nunca: la forma de mirar.
Sólo por eso y sin otros méritos supongo que alguien como Isabel María Castilla me confió que presentara su primera exposición en Sevilla. Me salvó del atrevimiento -y lo digo sin coba, completamente convencido-, me salvó la tranquilidad absoluta en una propuesta artística encomiable.
Tuvo lugar en el Hotel Puerta de Triana, el de la calle Reyes Católicos, que inaugura y suma de esta forma otro espacio cultural con los que cuenta la ciudad. Estará hasta el 2 de mayo y no ha podido empezar mejor, vendiéndose cuadros incluso antes del debut, pues la misma entrada del hotel y los amplios escaparates de su fachada son ya una invitación para ver esta obra.
¿Asistentes? A ver si recuerdo a tantos y no me busco la molestia de nadie: Miguel Caiceo -ahora también pintor de éxito-, Rogelio Gómez, Yolanda Jaén, la también pintora Conchi Mayo, el arquitecto Fernando Parra y María, su esposa, Esther Sánchez-Matamoros, José Luis Roda con Merche, su mujer, Luis Martínez, Cecilia Royo, Javier Rojas, que es tantas cosas y encima pintor…
Más que mis palabras, lo mejor fue un lenguaje de claridades venido desde uno de los puntos de ese triángulo de la luz del sevillano que forma la propia Sevilla con Cádiz y, cómo no, con Huelva. Es una escritura de brisas marinas hasta cuando no se ve el mar, pero siempre huele y suena; es una escritura de campo, bodegones, paisajes, retratos y sugerencias detenidas justo donde termina su entrega y empieza la nuestra. Es un idioma de verdades en color que no se callan; es una rebeldía dicha con ternura; es una oración en la que se pinta más grande lo que escuchamos que lo que rezamos; es una mezcla entre el fuerte olor del aguarrás de una vida difícil con el aire en contra y un dulce aroma de intimidad.
Asistir a este auténtico acontecimiento artístico tuvo, como cabe suponer, un capítulo de enorme y sincero agradecimiento para el Hotel Puerta de Triana y su director, que ha medido muy bien para su noble edificio este paso de inaugurarse como espacio cultural de la ciudad eligiendo como primera muestra la de Isabel María Castilla.
Dicho esto, si yo persistiera en hablar, revelaría que pretendo llenar de paja un vacío. Pero nos rodea el denso ambiente que procede de un espíritu hondo. No voy a llegar, con retóricas innecesarias, a ponerme oscuro donde podemos ser profundos. Con esta exposición se puede disfrutar del arte: ese don divino para los elegidos más elegidos. El arte: la única desigualdad que somos capaces de admirar y hasta de agradecer.
José María Fuertes
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