Vuelta a la radio
Mis hijas han vuelto al cole y yo a la radio. En este tiempo de volver volver como en la ranchera, he regresado, aunque sea por un rato, en el amable tiempo de una cordial entrevista, a un medio en el que cuento con muchas horas de estancia ante los micrófonos y, por supuesto, siempre escuchándolo.
Lo de la radio de cretona es ya un mito que uno llegó a alcanzar con la infancia. A mí me pilló nacer, justo cuando el mundo se puso a cambiar unas cosas de siempre por otras absolutamente nuevas: los inventos para el hogar; habían llegado los electrodomésticos. Y aunque la tele empezó a pisarle los talones a la radio, todavía la conocí cuando centraba las habitaciones más familiares, cuando congregaba a una audiencia bien exclusiva y atenta a las novelas de Guillermo Sautier Casaseca, los comentarios futbolísticos de Juan Tribuna o los partes de Radio Nacional. Enfundada en volúmenes considerables o, después, fabricada por los japoneses de Sanyo para llevarla colgada a cualquier parte en cómodos transistores ligeros de peso, la radio siempre, de un modo u otro, difundió su espíritu comunicador por excelencia, su mágica proximidad con lo cotidiano, en cualquier lugar y a cualquier hora.
Estaba escribiendo mi próximo disco y tenía que ser la radio, infalible a su fórmula irrenunciable de permanencia, la primera en enterarse y la primera en contarlo, fiel a su condición nata de vivir al pie del cañón, al filo de la noticia o, como poco -que es mi caso-, atenta al mínimo movimiento de las inquietudes de sus vecinos.
Ha sido esta vez Onda Radio Sevilla. Ha sido Pepe Andreu. Le debo, una vez más, el placer de acercarme a miles de oyentes, cuya inmediatez es tan fantástica que lo que menos termina importando es lo que fuiste a contar. ¿El proyecto de un disco? ¿La escritura de unas canciones? ¡Qué más da comparado con el milagro de salir de nuevo a la calle y recibir el calor personal de los que te han escuchado!
Conmigo se ha oído la voz de mis hijas, que por lo visto y como su padre tienen mucho que contar y que cantar; sobre todo que cantar. Por primera vez he estado en un locutorio con ellas. Ya no arrastro mis sueños, tan pesados como desnudos en un mundo tan cruel y ficticio como el de la farándula. Ahora los llevo en volandas de los ojos nuevos y asombrados de Marta y de María. Con ellas no van a importarme ni las ventas ni miles de ajustes que se procuran para salir airoso en un ambiente difícil. Nos vamos a divertir. Nada más. Sólo queremos llevar en la boca el sabor feliz de cantar juntos. Nunca me vino grande un escenario, porque nunca me vino grande la vida que se quedó en mis canciones. Pero cualquier espacio que ahora ocupe al sonar mi música, nuestra música, será mucho más acogedor que aquel de la responsabilidad pavorosa en solitario.
Le dije a Pepe Andreu que cuando avanza tu vida, avanza tu voz. No sé si todo el mundo entenderá esto. Algún día lo explicaré con detenimiento. Hay artistas, como Julio Iglesias, que lo saben muy bien. El caso es que me suena ahora el color de los años que tengo y las luces y las sombras que he cumplido. La radio es el medio de comunicación más humano que conozco, el más caliente, el más verdadero, el que menos trampas tiende, el que mejor podía hacerse ahora eco de mi grito interior de alegría. Allí conocí a Pepe Andreu cuando la hacíamos juntos en Radio 80. Él ha propiciado este reencuentro para que mis hijas y yo, cantando, abriéramos nuestros corazones en un lugar tan sincero.
(*)José María Fuertes es cantautor y abogado
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