Crítica de cine:»El árbol de la vida»
CRÍTICA
EL ÁRBOL DE LA VIDA
The tree of life. USA, 2011.
Director: Terrence Malick.
Guión: Terrence Malick
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Música: Alexandre Desplat
Intérpretes: Brad Pitt, Sean Penn, Jessica Chastain, Fiona Shaw, Irene Bedard, Hunter McCracken, Laramie Eppler, Tye Sheridan.
Terrence Malick elevado a su máxima potencia. Si se aburrió en varios momentos de “La delgada línea roja”, o si dio más de un bostezo con “El nuevo mundo”, “El árbol de la vida” colmará todas sus expectativas para echar una buena siesta.
Encumbrado por numerosos cinéfilos, y convertido en cineasta de culto, Malick es uno de esos “genios” que necesitan –como ocurría con Stanley Kubrick- un buen número de años para rodar su siguiente película (su promedio es de seis o siete años entre una cinta y otra, y tardó hasta dos décadas desde “Días del cielo” a su regreso con “La delgada línea roja”). A eso hay que sumarle su carácter enigmático (no comparece en público, no concede entrevistas y no distribuye imágenes suyas).
Entre sus virtudes está la magnífica descripción de ambientes y situaciones, el convincente dibujo de sus personajes y alguna que otra secuencia aislada (es brillante cómo narra el crecimiento del niño protagonista de esta cinta, o cómo expresa el dolor de una madre ante la pérdida de un hijo). Pero a Malick le pierde el tono pedante, presuntuoso y grandilocuente, como si quisiera decirnos en todo momento “mira qué bonito me está quedando esto”. Su estilo, cargado de lirismo cinematográfico con un caleidoscopio de imágenes que tratan de expresar sensaciones, llega a ser irritante.
El hilo argumental es simple: un hombre (Sean Penn) recuerda la trágica muerte de su hermano pequeño y una infancia dominada por un padre demasiado autoritario (Brad Pitt), con códigos de educación religiosa y muy estricta. Con ese planteamiento, Malick despliega, durante dos horas y cuarto de película, una larga disertación sobre el alma humana y el significado de la vida, desde los orígenes de la existencia en el planeta (dedica diez minutos a una historia de dinosaurios) hasta llegar a la actualidad, pasando por la grandeza de la naturaleza (otros diez o quince minutos sólo a base de paisajes, un volcán en erupción y la creación de la vida acuática); si un espectador despistado entrara en la sala en un determinado momento, con la película empezada, podría pensar que se ha colado en un documental de National Geographic.
Se requiere una gran disposición para soportar el metraje completo de “El árbol de la vida”, sólo recomendable para los muy forofos de Malick o aquellos que disfrutan del cine contemplativo y a la salida lo primero qué dicen es “Tiene una fotografía muy bonita”. El resto puede abstenerse de pasar un rato tan soporífero.
Jaime Fuertes
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