Esa sangre veloz de los artistas.»Como la medalla del amor»
Estoy como todo el mundo: viéndolas venir. Esperando al Mesías de noviembre y confiando en que este cuartel lleno de macutazos llamado España, no llegue a conocer la cantidad de temerosos rumores sobre su economía: más recortes, más salarios congelados, más subidas de impuestos… ¿Son globos sondas de los que aún no asumen la crónica de una muerte anunciada? ¿O es que el PP viene igual que el PSOE cambiado de nombre? ¿La ruina lo aboca a ser el mismo perro con distinto collar? ¿Es esta la imaginación de la que va a ser capaz? ¿Una herencia fatal es la burra que ahora nos van a vender? Espero. Como todos espero. Y aguardo. Y vigilo. Y tengo la mosca detrás de la oreja. Empezamos a no fiarnos de nadie.
Menos mal que, al menos, Las Cortes ya están disueltas. Veía a Zapatero en las últimas sesiones que le iban quedando en el Parlamento, y no daba crédito. Realmente nunca he dado a crédito a lo que veía de este individuo alucinante que vive alucinado, y que por eso mismo nos alucina a los demás. Hasta llamándole imbécil no soy más que un benevolente con la calificación que se me podría ocurrir… que se me ocurre, vamos, pero que voy a callarme. ¿Ya no se pone camisa de fuerza a un demente de este calibre que dice que le interesa el bien de España? Los psicólogos, que quieren estar en todas partes, analizarlo todo desde que los niños están en el colegio, decidir si valemos para un trabajo con cuatro zarandajas de preguntas que no tienen nada que ver con tanto estudiado, sacar las conclusiones de cada paso que damos, pensar que saben más que nadie -y que se las saben todas, hasta el que carece de la más mínima psicología-, ¿no tienen nada que decir precisamente del hombre que ha desgobernado el país? ¿No merece un estudio urgente del que pudiera resultar un dictamen cuando menos preocupante? ¿No tendría que estar tomando ya pastillas para contrarrestar las causas de una patología que nos ha alcanzado a todos? Sigo haciéndome preguntas: ¿Esto de qué va, de qué ha ido? Aquí, ¿qué está pasando, qué hubiera llegado a pasar si un majareta dura dos cuartos de hora más detentando ni más ni menos que el poder? ¿Qué anda ocurriendo para que hasta los socialistas más puros y acendrados, los de los carnets más viejos los estén devolviendo y asegurando que ya no aguantan más en una ideología cuyas conductas han llegado a ser insostenibles?
Zapatero se ha muerto ya como político y por no darse cuenta de nada, al despedirse ni siquiera se ha percatado de su propio hedor de cadáver. Ha ido pudriéndose entre actitudes patéticas y ni entonces ha sido capaz de advertir el ridículo que ha hecho hasta el último momento, hablando el tío de expansión (yo creo que es algo). Este hombre, ¿qué es? ¿Un idiota consumado? ¿Un sinvergüenza que intenta disimularlo o, simplemente, un cínico defensor de su fachada? Si pudiera, ¡ay, si pudiera!, yo me traigo a Zapatero a Sevilla no a un mitin lleno de mentiras, sino a que me deje listas las fachadas de las Iglesias en vísperas de Semana Santa, y (por poner un ejemplo) nos deja la capilla del Museo, con la Plaza entera, para copiarla en nata y ponerla tras el escaparate aquel que tenía Nova Roma. ¡Menudo especialista de fachadas el Zapatero!
Como toda España, como todo el mundo, incluidos los parados y los clavados (por los impuestos que exigen los socialistas que deben hasta la contribución urbana), lo escuchaba estos días en el Congreso, defendiendo pura nada, aire, humo, y yo creo que a Zapatero le estaba pasando ya como a la medalla del amor, en versión político chungo que se ha creído ser un gran estadista: “Hoy, más tonto que ayer; pero menos que mañana”. Y parafraseando el eslogan publicitario de San Valentín, también el país “hoy más arruinado que ayer, pero menos que mañana”.
Vivió en una pura ficción de prestigiosa vigencia sin puñetera idea de su caducidad cumplida hace años. No hubiera pasado nada, más allá de su ámbito personal, porque un visionario hubiera percibido así la realidad entre las cuatro paredes de su casa; pero desde La Moncloa… ¡ha sido un completo desastre!
No en vano su parecido con Mr. Bearn era significativo para sospechar una procedencia bien cómica. Hoy se estrena en los cines de toda España su caricatura. Y no dejan de ser irónicos los reclamos en la cartelera: “Ser un poco corto puede llevarte muy lejos”. “Ninguna neurona”. ¿A qué productora se le ha ocurrido la distribución en España, justo en estos momentos, de esta película? ¿A quién le quedan ganas de ver a Zapatero en el colmo de su histrionismo en Mr. Bearn? Hay tanto miedo al fracaso de la taquilla que le han cambiado hasta el nombre, poniéndole Johnny English. Ya no estamos ni para el más mínimo recuerdo de su cara versión medalla del amor.
José María Fuertes
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