Esa sangre veloz de los artistas. «Inma»

Esa sangre veloz de los artistas. «Inma»

Cuando nos conocimos yo tenía veinticinco años y ella catorce, pero me miraba sin tiempo y sin edad. Me miraba con sueños, atrapada en sus ojos lánguidos por un estreno de besos que no había probado antes. Yo tampoco. Como los besos de ella, yo tampoco.


Fue como si frente a la cristalera de un expositor de helados hubiera escogido un sabor nuevo y diferente. ¿A qué sabía Inma? No lo supe nunca. Si atino a describir algo de sus labios es que tenían la forma bien perfilada de la lentitud y la eternidad en unas comisuras sin prisas. Pero Inma fue siempre inclasificable. Me la encontré sin el pequeño letrero que la nombrara, sin indicación alguna, sin advertencias. Hay mujeres que no se anuncian, pero cuyo poderoso reclamo está en el sigilo con el que se deslizan por los parajes donde habitamos los hombres. Ella podía permitirse la cautela de no avanzar hacia nadie, porque su belleza la hacía presente en todas partes. Se notaba que había llegado. Y hacerme un día con su mano y con su cintura me pareció un milagro, un auténtico privilegio que sólo quedó al alcance de quien presumiblemente estaba más lejos de disfrutarlo. Pero la buena genética de mi corazón me ha tendido hasta hoy esos puentes para cruzar abismos que, de otro modo, hubieran sido insalvables.

Dice mi amigo Jaime Molina que por Inma escribí mi mejor canción, que por cierto ni siquiera se llegó a grabar; la propuse para un disco, pero la gente inteligente de la industria, a la que cualquier día le dan un Nobel, me salió con que sería muy comercial componer un himno para el Betis. Como ni yo ando preparado para el surrealismo y Jaime, que se encarga del Sicab y de los caballos de pura raza española, tampoco estaba para formar la marimorena en aquella reunión de sabuesos, la canción se quedó honrosamente para mí donde mejor podía quedarse: a los postres de cada comida en los que Jaime -no falla- siempre me pide que se la cante.

SI ME HAS VISTO CON ELLA PASEANDO
Y CON OTRA CANCIÓN EN LOS LABIOS
SONRIENTE, ALEGRE EN EL PASO,
SI ME HAS VISTO SIN MÁS, DE REPENTE.

AGARRADO CONTENTO A SU MANO
CON EL PULSO DE UN NIÑO QUE TIEMBLA
LA MIRADA DE UN HOMBRE SOÑANDO
Y EN LA VOZ UN TE QUIERO QUE QUEMA.

SI ME HAS VISTO CON ELLA NO PIENSES
QUE ME INVENTO UN AMOR PARA UN RATO
POR DESPECHO Y ORGULLO INTENTANDO
CON LOS CELOS VOLVER A TENERTE.

SI ME HAS VISTO CON ELLA, NO INDAGUES,
VE SABIENDO QUE NO ES UNA TRETA
(LA ESTRATEGIA DE UN LOCO DE RABIA)
… ES QUE HE VUELTO A LA VIDA CON ELLA.

SI LA HAS VISTO CONMIGO, DE FRENTE,
ES MUY NIÑA… COMO YO QUERÍA:
PRIMAVERA DEL HOMBRE QUE APRENDE
A EMPEZAR CUANDO TODO TERMINA.

En aquellos años no nos íbamos a la cama enseguida, como hoy, casi sin saber cómo nos llamamos. Nos arropábamos con la música de la discoteca El Embrujo. Y cuando la abrazaba, a Inma se le desvanecía el cuello hacia atrás y hacia los lados como si le estuviera haciendo el amor, en un suave y aturdido desmayo de su cabeza que reclamaba el apoyo de mis dedos mezclándose con su pelo negro. Jamás vi una inestabilidad más hermosa. La quise tanto que la echaba de menos hasta cuando estaba con ella. Y aún viéndola todos los días, también todos los días le escribía una larga carta como si sintiera que debía acortar una enorme distancia mientras me ataba su boca. Yo venía ya de vuelta de muchos asuntos de adultos, mientras ella me hacía inmensamente feliz reivindicándome desde su adolescencia que la recogiera a la salida del colegio. Fue aquel dichoso tiempo en el que el amor vestía uniforme y se escribía en un bloc de anillas; aquel afortunado tiempo en el que me hubiera asistido diariamente de notario para que diera fe de lo increíble. Todo el mundo, creo, ha estado alguna vez así. Y si me equivoco… entonces todo el mundo debería haber estado siquiera una vez así.

Inma tenía manos como coitos y ojos como espasmos. Y con ella fue la última vez que una mujer me embriagó sin necesidad de que bebiéramos, insaciables, el alcohol blanco del sexo.

(*)José María Fuertes es cantautor y abogado

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