Esa sangre veloz de los artistas. » Salió por la Puerta del Príncipe»»
Me atreví a vaticinarlo y así ha ocurrido. Algo voy conociendo a una ciudad con tanto misterio como una mujer. José Manuel Soto fue sacado a hombros por la Puerta del Príncipe.
Pero la hazaña tiene su preámbulo en una tarde que a eso de las ocho y media presentaba al barrio del Arenal, en torno a la Maestranza, como a una auténtica crónica social a borbotones de un bar a otro. Ahí empezó el lleno. El lleno total. Si no fuera porque el calor del primer día del verano te ponía en tu sitio y sin despistarte, se diría que era una tarde de feria ambientando todos los aledaños del templo taurino, o incluso de una Semana Santa de las que no se puede ni andar. Casi daban después las diez y por la calle Antonia Díaz costaba llegar hasta el Paseo Colón buscando el costado principal de la plaza. Eso es lo que se intentaba, pero las aceras estaban repletas de eso que se llama el “todo Sevilla” y era incesante saludarse y pararse unos con otros. Así fue como se me terció dar por adelantado la enhorabuena a Pilar Parejo, la esposa del cantante. Así fue como me encontré con Rocío, Ángela y María, hijas de José Ignacio Mena y Emilia; a Curro Romero y a Carmen Tello; a Juan de Dios Pareja Obregón, hijo, con su mujer Rocío; a Marina Bernal, Tony Benítez, Patricia (la esposa de César Cadaval), Romerito el guitarrista… Ocupé mi lugar en el tendido junto a Jaime Molina, director general de ANCCE -mi anfitrión-, su hija Pilar Molina Bernárdez y Rocío Marvizón.
La Maestranza hasta la bola desde el ruedo a las gradas pasando por los tendidos, mientras se deslizaba tras los tejados de sus arquerías el azul postal e increíble del crepúsculo, que salía intenso en las fotos de los móviles quemando en amarillo el mármol de las columnas.
Casto Domínguez y Los Morancos rompieron el hielo; lo del hielo es por decir algo, pues la gente iba a por todas entre sus ganas de ambiente y el calor que hacía. César y Jorge presentaron al Soto; también por decir algo lo de presentar al Soto, pues a estas alturas y en su casa más bien pronunciaron con énfasis su nombre para que saliera al escenario, de espaldas al reloj y mirando hacia el palco regio. Lo recibió una ovación entrañable y duradera con el público entero puesto en pie, sin pedirle aún nada a cambio, en actitud de homenaje, obsequiándole agradecido una escena más propia de quien termina que de quien ni siquiera ha abierto la boca. Pero realmente se aplaudían veinticinco años de carrera, de éxitos, de canciones… sobre todo de canciones, que es lo que al fin y al cabo cuenta en la vida de la gente, lo que le deja huella en forma de banda sonora. Soto había cumplido veinticinco años desde aquel día en que empezó con Senador, pero también los habíamos sumado los que escuchamos su primer disco aquel verano de 1986. Los tendidos estaban colmados por la muchachada universitaria de entonces, sobre todo por las monísimas niñas de aquellos días en las facultades de Derecho o Medicina, en los colegios y en los institutos, cuando se acercaban las temidas fechas de la Selectividad. Esas niñas estaban hoy en La Maestranza lo mismo que ayer estuvieron en La Recua. Casadas, con hijos o divorciadas ya, vaya usted a saber, atrapadas en cualquier letra melancólica de las que magistralmente escribe el Soto. Pero estaban. Reteniendo con veinticinco años más, lo que tuvieron con dieciocho o menos. Y con ellas otras niñas, otra juventud, otra generación que desde luego no había nacido, porque ni siquiera sus padres se conocían.
El concierto conmemorativo de las Bodas de Plata del Soto ha tenido, como la vida de tantos años, de todo. Y muchos amigos, como los que al principio de su aventura le abrieron paso por las madrugadas de los circuitos coperos de Sevilla o los de Jerez y el Puerto, cuando sin ser famoso cantaba en el “Triana” de Vistahermosa. Me estoy acordando ahora de cuando Eusebio Torres me llamó en pleno mes de agosto por teléfono para hacer de intermediario con Soto a fin de que actuara el 12 de octubre en la Venta de Antequera, para una juventud estudiantil que inauguraba así el nuevo curso y ya miraba hacia la Exposición del 92:
-Jose, que quieren que cantes en una fiesta, que hasta va a hablar Olivencia por un video. Te va a presentar Pepe Da Rosa.
-Dalo por hecho, que me llamen.
-Pero Jose, cobra algo, mira que aquí hay dinero.
-A mí eso me da igual, si lo que yo quiero ahora es que me vaya conociendo la gente.
-Sí, Jose; pero cobra, siquiera algo, pero cobra; que aquí hay dinero, chiquillo…
Dicen que anoche tampoco cobró, que ha dejado la recaudación para no sé cuántas organizaciones benéficas. Y así extiende por más sitios y corazones la felicidad que nos dio a los afortunados que estuvimos en La Maestranza. La repartió a manos llenas y con el acompañamiento generoso de Estrella Morente, Pastora Soler, Rosario, Lolita, Siempre Así, Antonio Carmona (el Ketama), Arcángel, El Arrebato, Cantores de Híspalis, Rafa Serna, El Mani, José Mercé, Manuel Lombo, Junior, Arturo Pareja Obregón el exquisito, la chirigota Los Pre-paraos y hasta su hijo Marco, que se encargó de animar al público para que le cantara a su padre el clásico “Cumpleaños feliz”.
El punto más álgido de la noche fue su dueto con Pasión Vega cantando “Volver a verte”, dedicado a sus dos madres en los cielos que ellos perdieron, pero que ellas ganaron.
El punto final, el broche de oro, ya se lo pueden imaginar: el eterno “Por ella”. Cuando la terminó coreada por toda la concurrencia que le aplaudía emocionada en pie, Sevilla lo hizo una vez más profeta en su tierra y se lo llevó a hombros para sacarlo con todos los honores por la Puerta del Príncipe. Quedé entonces, mientras contemplaba la heroica escena de conseguir eso en una ciudad bien difícil, sujeto a los lentos movimientos propios de ir bajando los tendidos junto a miles de personas. Me hubiera gustado verle los ojos reflejando el abanico de Triana enmarcada por el arco triunfal que atravesaba. Triana justo enfrente, desde la otra orilla, aquella desde la que partió hace ahora veinticinco años para acabar gritando gozosamente la tierra incierta del éxito.
(*)José María Fuertes es cantautor y abogado
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