Esa sangre veloz de los artistas. » La terapia de San Fernando»
Viene de algunos años atrás la idea esa de proteger los monumentos, las estatuas o los edificios nobles colocándoles en las zonas más vulnerables una especie de largas agujas de acero para evitar que en ellas se posen las palomas. Por lo visto así se impide que depositen sus excrementos y corroan las superficies altas que se hacen inalcanzables para una limpieza continua.
El método se presta a discusiones sobre si su finalidad compensa la estética que se pierde, en algunos lugares más visibles que en otros. Es la nueva versión, llevada a las estatuas, de los pedazos de cristales rotos por el filo de las tapias. Es el invento de la última clase de espantapájaros como más refinado que el del gorro y los harapos en medio de los cultivos.
El San Fernando de la Plaza Nueva está lleno en su cabeza de esas agujas. Pero, como decían los Martes y Trece en una de sus mejores parodias, “es lo mismo, pero no es igual”. A San Fernando, aunque lo parezca, lo que le han puesto en su cabeza no son los pinchos que ahuyentan a las palomas. No. De eso ni hablar. A San Fernando lo que le pasa es que le ha hecho falta un especialista de la talla del doctor Crespo de la Rosa para que le haga la acupuntura. Porque es eso: lo que San Fernando se está haciendo es, realmente, la acupuntura.
Está bajo tratamiento. ¿Ustedes saben lo que es ni más ni menos que para el Patrón de la ciudad haber tenido que aguantar tantos años mirando hacia el Ayuntamiento, como cuando nos castigaban mirando de rodillas a un rincón por no sabernos la lección, con los brazos abiertos y un porrón de libros en las palmas de las manos? ¿Se calcula alguien como tiene el coco tan ilustre y regio santo después de soportar la visión y los ecos de tantos desmanes, meteduras de pata y de manos -en las arcas municipales-, los despilfarros alegres y vergonzosos de los que sin vergüenza han disparado millones de euros con la pólvora ajena de los contribuyentes?
¿Pueden imaginarse los quebraderos de cabeza, encima con tela de horas bajo el sol, que ha tenido que padecer ni más ni menos que San Fernando mirando de cara a la pared donde está el reloj con el que quedábamos a las seis, el reloj que sí le marcaba todas y cada una de las horas de tantas tropelías, mentiras, facturas falsas y robos cometidos limpiamente con el guante blanco de un escaño? ¿Se ha parado a pensar alguien acerca del maltrato psíquico que se le ha causado a un santo incorrupto mientras sabía de tanta corrupción?
Una leche las palomas. La verdad de la buena la sabe el médico: la de horas de sesiones y el pastón de maravedíes que San Fernando se está gastando en quitarse punzadas que lo traen loco, majareta y sin pegar ojo. Es que después del asco de Ayuntamiento que se va -que lo echamos- el día 11 de junio, se pone el patrón a recordar la Reconquista y le suena a que en vez de acabar con los moros se estaba comiendo las fichas de un parchís. ¡Cómo será lo que ha tenido que tragarse San Fernando encima del caballo mirando al Consistorio! Si al menos le hubieran dado la vuelta girándolo hacia el Hotel Inglaterra… Habría visto cómo se dejaban el dinero en Sevilla los que llegaban de fuera mientras los de dentro se lo llevaban calentito.
(*) José María Fuertes es cantautor y abogado
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