Esa sangre veloz de los artistas. » Ha salido la Esperanza
Sigue la lluvia enseñando, a miles de niños que iban a salir por primera vez de nazarenos y, también, a miles de adultos renovándose en la ilusión que estrenaron un día, que no siempre conseguimos alcanzar los sueños, que la vida va encargándose de recortarnos muchos de ellos.
No sé a estas horas del Jueves Santo, pasadas ya las cuatro de la tarde, cuántas cofradías se nos quedarán sin salir de sus templos, consoladas por pensamientos y palabras propias de estas tristes ocasiones, ese clásico amparo de “esperar al año que viene” y ese dogma de fe cofrade del “si Dios quiere”.
Ignoro, como hombre de a pie limitado a consultar partes meteorológicos y estar atento a las predicciones difundidas por la radio o la tele, qué caminos del cielo van a tomar las nubes y si van a dejar de coincidir con los nuestros por la tierra, por estos senderos de regocijo y júbilo que en estos momentos, en estos días, quiere ser Sevilla. Pero tengo claro -quizás lo único claro de esta tarde de grises inclementes- que nada va a detener a una legión de hombres camino del Hospital Infantil. Van a demostrar que las cofradías pueden ser truncadas por una borrasca en sus procesiones, pero jamás en su labor social, nunca en asistir tantas necesidades de la gente que les rodea, siempre echando una mano al que la pide.
Ignoro realmente cómo fue en cada momento de su historia el comportamiento moral de unas cofradías a las que, al cabo de su centenario discurrir, no puedo someter a la lente de aumento de mis humildes juicios. Si hasta el presente que está a la mano se encuentra lleno de mitos, handicaps e ideas preconcebidas, ¡cualquiera sabe ya el pasado, donde las cofradías han quedado escritas con el dedo de sus adversarios señalándolas como inventos para el culto, como si eso fuera un error de cálculo de sus orígenes! Las cofradías, como la Iglesia Católica de la que forman parte, son pecadoras; pero también como la Iglesia Católica, las cofradías son fuente de alegría. Y yo, modesta pero dolorosamente, lo sé bien desde el recuerdo de mi honda pena en aquel Jueves Santo de 2002…
Tenía a mi hija Marta ingresada en la planta de infecciosos del Hospital Infantil padeciendo una grave neumonía que, para intentar resolverse, la encaminaba ya por segunda vez al quirófano para ser intervenida en el pulmón derecho. ¡Qué espanto de situación agobiante! ¡Qué días más duros! ¡Cuánta incertidumbre en los límites de lo insoportable! ¡Y no tenía ni dos años la niña! ¡Qué angustia más indescriptible! Todavía deben de resonar en la capilla del Maternal mis palabras frente al Sagrario (para que luego digan que quieren quitar las capillas de los hospitales). Palabras enloquecidas, desesperadas, rotas, crudas, cuando la lengua se arriesga al filo de la navaja y se te puede partir en dos eligiendo entre la confianza o las maldiciones… Fue el día en el que le hablé no de hombre a Dios, sino de padre a Padre… Fue el día en el que llegaron ellos: ¡Los Armaos de la Centuria Macarena!
Lo hacían por primera vez en su historia, que ya es casualidad o providencia. De dos autobuses de los grandes se fueron bajando. Nadie daba crédito a sus ojos observando la escena. ¿Qué conexión podía haber entre nuestro habitat de marginados por la desdicha, en las afueras de las celebraciones de la vida, en la periferia donde se halla una ciudad sanitaria, lejos del mundanal ruido feliz de Sevilla en Semana Santa, con aquellos hombres recién llegados de las murallas más sólidas de la Esperanza? Si no lo hubiéramos visto, no lo hubiéramos creído. Pero estaban allí. ¡Vaya que si estaban allí!
Desfilaron, en torno a los breves jardines exteriores, al son de sus cornetas y tambores. Yo camuflé, como pude y bajo mi chaqueta, una cámara de video para dejar inmortal y como legado a mi hija, el momento en el que se encontrara con los Armaos en su habitación. Me guiaba la idea de que en un futuro suyo, ya mayor de edad, supiera para siempre quién es la que está junto al Arco que lleva su nombre. Porque no sé cuantas cosas podrán faltarle a mi hija a lo largo de su vida. No sé cuántas cosas podrán faltarle como me pueden faltar a mí o a cualquier ser humano, tallado tantas veces a base de carencias. Pero que no le falte nunca -¡nunca!- su amor a la Virgen, ya que a la Virgen nunca le va a faltar el amor por ella.
Esta tarde, ya, quizás por estos mismos minutos en los que escribo, La Centuria vuelve al Hospital Infantil. Lloviendo o sin llover, pueden comunicarlo tranquilamente y con seguridad las noticias de última hora: Ha salido La Esperanza.
SON COMO TRES REYES MAGOS
LOS TRES ARMAOS A SU VERA
RODEÁNDOLA EN SU CAMA
TRAYENDO LA PRIMAVERA.
EL AIRE LIMPIO DE MARZO
QUE REFRESQUE SUS OJERAS
LAS ESTAMPAS DE LA VIRGEN
Y EL SEÑOR DE LA SENTENCIA…
…Y EN FIGURITA DE BARRO
UN ARMAO QUE LE SIRVIERA
DE JUGUETE MACARENO
MIENTRAS LA VIRGEN SALIERA.
NO PUDE VERTE POR FERIA
NI ENTRANDO POR LA CAMPANA
NI EN PARRAS CUANDO REGRESAS
NI ASOMANDO A RESOLANA.
PERO TÚ VINISTE A VERNOS
TE LLEGASTE A NUESTRA ACERA
DE DOLOR Y ENFERMEDAD
Y HASTA DEJASTE EN LA PUERTA
-¡VAYA UN DETALLE DE AMOR!-
ANTES DE ENTRAR PARA VERLA
TU PAÑUELO DE LLORAR
Y HASTA TU CARA DE PENA.
Y POR SI FUERA YA POCO
DEJASTE QUE SÓLO VIERA
EL LADO POR EL QUE RÍES
Y EL DE LLORAR ESCONDIERAS.
NO FUISTE MÁS QUE ESPERANZA
NADA MÁS QUE PRIMAVERA
NADA MÁS QUE ALEGRE MARCHA
DE LAS MUCHAS QUE TE SUENAN.
AL LLEGAR SEMANA SANTA
Y OTRA MADRUGADA NUEVA
DESPUÉS DE UN AÑO DE AQUELLO
LA NIÑA YA NO ESTÁ ENFERMA…
¡YA ESTÁN AQUÍ LOS ARMAOS!
SON LOS MÉDICOS QUE FUERAN
A VERTE EN EL HOSPITAL
TRAYENDO LA PRIMAVERA.
Y CUANDO LLEGÓ ANTE TI
DESLUMBRANTE Y ENTRE VELAS
LA MISMA DE TUS ESTAMPAS
CUANDO TE ENCONTRASTE ENFERMA
TE DIJE EN SU MADRUGADA
CUANDO SE ACERCÓ A TU ACERA
DE SALUD Y DE NIÑEZ
CRECIENDO EN LA PRIMAVERA:
-¡ELLA FUE, MARTA, ELLA FUE!
¡ESTA ES LA MACARENA!
(*) José María Fuertes es cantautor y abogado
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