Elogio de la polución nocturna y el cinco contra uno.-
A punto de cumplir los 52, confiesa que ha vivido. El chaval hace de vez en cuando repaso a su jugosa vida no exenta de numerosas luces y sombras. Lejos quedan ya aquellos años juveniles, los de los 15, en los que más de una vez padecía polución nocturna, sensación agradable donde las haya y que al principio se presentaba como algo inconfesable y pecaminoso. Hasta que descubrió no ser el único paciente de estos placeres nocturnos o sueños húmedos.
Por aquellos días el chaval también se entregó a la noble práctica del cinco contra uno, algo que descubrió por casualidad como los hombres prehistóricos el fuego. Aquello le creó un trauma y crisis de identidad sólo superada por los disgustos que le daba, y le da, el equipo de fútbol de sus amores. Y es que si seguimos las pastorales de nuestra santa madre iglesia católica, apostólica romana, esta práctica de ejercicio manual le estaba prohibida a los mortales so pena de quedarse ciego para toda la vida. De haber sido cierta tal pastoral hoy más de media España estaría colocada en la Once vendiendo cupones. Bueno, ciego está demostrado que no, pero por su experiencia, los ojos en blanco cientos de veces.
Como en esos años aún creía en eso de la ceguera, el chaval señalaba con una x en el almanaque los días que se entregaba a tan pecaminoso placer para no pasarse en la dosis. Tal cantidad de equis llenaban el almanaque que su madre extrañada le preguntó que intitulaban, a lo que el chaval respondió que eran los días en que jugaba el Betis.
Pasado ese trance el chaval se dedicaba a esta práctica tan saludable que la apostólica se empeñaba en satanizar. Por aquellos años se estilaba mucho en la radio aquello de los programas de discos dedicados.”A la bella y gentil Purita de quien ella sabe”.”Para mi novio que está haciendo el servicio militar en Ceuta” o, “Para Luisito en el día de su cumpleaños”.
Pensó que por qué no él también podría dedicar sus cinco contra uno a sus mejores compañeras de instituto a la manera de las canciones de la radio. Así,” ésta para la Paca, la de las tetas gordas”.” ésta para la Cariri, la del culo respingón”, o “ésta otra para la Charito, la de la mirada lánguida”.
Cada dedicatoria tenía su historia y su romanticismo traducido en un fuego multicolor al llegar la primavera.
Pero la más espectacular era la dedicada a la profesora de Latín y Lengua Española, aquella linda rubita y delicada delgadita que lograba destrozar todas las previsiones del almanaque. Ella era la número 1 del programa de discos dedicados y además lo sabía, porque esas cosas siempre se saben. Ahí el chaval administraba cada minuto, cada segundo, hasta el estallido final, todo un acontecimiento de luces y colores solo superada por la hazaña del Cipote de Archidona.
Después de tantos años el chaval se pregunta si la iglesia no tenía algo de razón en lo de quedarse ciego, más que nada por la sospechosa miopía que padece desde los 15 años.
Por aquel tiempo era tal la represión que el chaval escuchó en más de una ocasión aquello de beneficiarse a la burrita, la gallina o la cochina, pero él no estaba para esos dispendios, a parte que su condición de bachiller le impedía tal “animalada”.
Más adelante, en su ingenuidad pensó que al contraer matrimonio ya se acabarían los días de dedicatorias .Llegaba el fin de sus males, ya no se quedaría ciego irremediablemente, hasta recobraría vista, y todo sería coser y cantar.
Hasta el día siguiente de la ceremonia en el que aparecería un cuadro médico generalizado de jaquecas, migrañas, fatigas y malestares generales, sólo solucionados por el milagroso “dolotil”.
Por lo que pronto hubo de volver a las dedicatorias, algunas hasta con bonus track extra.
Ahora, hoy, a punto de cumplir los 52, aún continúa con sus dedicatorias, la última esta misma mañana. La víctima, Elsa Pataki, aunque ella no lo sabe.
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